jueves, junio 24, 2021

Infame turba, de Pablo García Baena

 
Infame turba, de Pablo García Baena

Infame turba, de Pablo García Baena

Nunca supimos qué pájaro era aquel
que cantaba al besarnos…

Al besarnos el alba
sería la alondra ilustre,
el vano timbalero de Verona,
diana floreciendo en el dormido alféizar,
salvas inoportunas,
diligentes clarines matinales
hostigando al amante perezoso
su ligera fanfarria.

Nunca supimos qué pájaro era aquel
que cantaba…

Que cantaba en la noche,
ruiseñor, geiser puro
de lágrimas brotando, silenciosa
perla de la armonía, copa lívida
desbordando tristeza y ebriedad.
Voz sacra de la luna. A su conjuro,
espectral médium pálido,
entre la fronda ensimismada surgen
invocadas estatuas.

Nunca supimos qué pájaro era aquel…

Era aquel mirlo blanco
que llamaba desde la oscura tarde,
cuco, péndulo primaveral
pausadamente hiriendo en el recuerdo.
Ribera del amor, aparejadas
las aves, las sonrisas, golondrinas,
paloma de collar, colibrí, pechirrojo,
pueblan libres el ámbito.

Nunca supimos qué pájaro…

¿Qué pájaro del frío, aguzanieves
del olvido, avefría, nevatilla,
trémulas patas sobre ramas yertas,
con sus picos hurgando en el sonoro
corazón, tronco vivo retumbante,
cavaban tumbas al helor del tiempo?

Nunca supimos…

Supimos bien si aquel reclamo era
gorjeo artificial, ruedas, tornillos,
un jilguero mecánico, espejuelos
o canario de cuerda, fidelísima
tórtola de latón y purpurina,
selvática viuda desolada.

Nunca…

Sí, nunca nos besamos.


 

El sueño del tigre por Marco Martos por Marco Martos

 
El sueño del tigre por Marco Martos por Marco Martos

El sueño del tigre por Marco Martos

Sueña el tigre que camina en el límite del bosque,
por el sendero de las lianas sube a la copa de los árboles,
se empina sobre la última rama y de pronto se ve volando
por las nubes y más allá en el inacabable añil de los espacios.
Bajo el sol de las alturas se curte su pelaje moteado, brillante
en la diafanidad de los amaneceres. Desde lo alto alcanza
a ver a los cinco continentes y a las blancas montañas de las cordilleras.
Este tigre tiene alas y se desplaza como el genio de las lámparas,
es un humo azul, una fiera de viento huracanado que huele a mar, que huele a algas.
parece bucear en ese mar azul de universo, en esas celestes lágrimas.
Nada siente, se desplaza con gran velocidad y nos da la sensación de calma.

 

martes, junio 22, 2021

Verdolaga por Marco Martos

Verdolaga  por Marco Martos

 

Verdolaga por Marco Martos

 
Viviste los días inolvidables debajo de los algarrobos.
Te encantaba acercarte a las verdolagas y olerlas una a una.
Hasta ahora permanecen en tus ojos sus flores amarillas, cuando sonríes.
Otras veces corrías con los pies desnudos dando exclamaciones de alegría
sobre la arena caliente, causando asombro a los que te veían.
o te internabas en los arrozales a la hora de la siembra
y permanecías entre las almácigos hasta que el sol caía.
Por las noches, cuando el campo se poblaba
de los sonidos que son hermanos del silencio,
adormilados pájaros recogidos en las ramas, cigarras, grillos,
oías en la casa interminables cuentos de duendes y hechiceras
hasta que se apagaban las candelas y se encendían
tus sueños en los vaivenes de una hamaca que te mecía. 
 
 
Marco Martos


Levísima felicidad por Marco Martos

Levísima felicidad por Marco Martos

Levísima felicidad por Marco Martos

 En la escuela, en la pizarra, en el aire transparente,
en la masa azul de los espacios lejanos,
en el murmullo de las olas al amanecer,
en las sombras de la noche, alrededor del fuego,
en los sigilosos pasos de imperceptibles huellas
en lo enmarañado de las selvas, están los maestros,
con sus tizas de colores, con plumones y cuadernos,
las maestras, con sus libros, con fiambres,
con vestidos impecables, con sus blusas blancas,
con hermosas poesías de amor a la libertad.
A todas partes van, como duendes.
Bendicen a los niños de rostros de manzana,
a los niñas de sonrisa de colibrí, de trenzas como lianas,
en las rondas interminables del aprender y jugar.
Les basta que se abra una flor, una sonrisa infantil para sentir
el sabor intenso de la levísima felicidad.

 

Marco Martos

lunes, junio 14, 2021

Rainer Maria Rilke - Cartas a un joven poeta Worpswede, cerca de Bremen, a 16 de julio de 1903

Rainer Maria Rilke - Cartas a un joven poeta  Worpswede, cerca de Bremen, a 16 de julio de 1903


Rainer Maria Rilke - Cartas a un joven poeta

Worpswede, cerca de Bremen, a 16 de julio de 1903

“…Si se atiene a la naturaleza, a lo que hay de sencillo en ella; a lo pequeño que apenas se ve y que tan improvisadamente puede llegar a ser grande, inmenso; si siente este cariño hacia las cosas ínfimas y, con toda sencillez, como quien presta un servicio, trata de ganar la confianza de lo que parece pobre, entonces todo se tornará más fácil, más armonioso, de algún modo más avenible. Tal vez no en el ámbito de la razón, que, asombrada, se queda atrás, pero sí en lo más hondo de su conocimiento, en el constante velar de su alma, en su más íntimo saber.

Por ser usted tan joven, estimado señor, y por hallarse tan lejos aún de todo comienzo, yo querría rogarle, como mejor sepa hacerlo, que tenga paciencia frente a todo cuanto en su corazón no esté todavía resuelto. Y procure encariñarse con las preguntas mismas, como si fuesen habitaciones cerradas o libros escritos en un idioma muy extraño. No busque de momento las respuestas que necesita. No le pueden ser dadas, porque usted no sabría vivirlas aún -y se trata precisamente de vivirlo todo. Viva usted ahora sus preguntas. Tal vez, sin advertirlo siquiera, llegue así a internarse poco a poco en la respuesta anhelada y, en algún día lejano, se encuentre con que ya la está viviendo también. Quizás lleve usted en sí la facultad de crear y de plasmar, que es un modo de vivir privilegiadamente feliz y puro. Edúquese a sí mismo para esto, pero acoja cuanto venga luego, con suma confianza. Y siempre que ello proceda de su propia voluntad o de algún hondo menester, écheselo a cuestas sin renegar de nada."

lunes, junio 07, 2021

FÁBULAS ANTIGUAS DE CHINA : DE CÓMO EL VIEJO TONTO REMOVIÓ LAS MONTAÑAS

FÁBULAS ANTIGUAS DE CHINA : DE CÓMO EL VIEJO TONTO REMOVIÓ LAS MONTAÑAS

FÁBULAS ANTIGUAS DE CHINA : DE CÓMO EL VIEJO TONTO REMOVIÓ LAS MONTAÑAS

 Las montañas Taihang y Wangwu tienen unos setecientos li* de contorno y diez mil ren** de altura.

         Al norte de estos montes vivía un anciano de unos noventa años al que llamaban El Viejo Tonto. Su casa miraba hacia estas montañas y él encontraba bastante incómodo tener que dar un rodeo cada vez que salía o regresaba; así, un día reunió a su familia para discutir el asunto.

         - ¿Y si todos juntos desmontásemos las montañas? – sugirió –. Entonces podríamos abrir un camino hacia el Sur, hasta la orilla del río Hanshui.

         Todos estuvieron de acuerdo. Sólo su mujer dudaba.

         - No tienen la fuerza necesaria, ni siquiera para desmontar un cerrejón – objetó –. ¿Cómo podrán remover esas dos montañas? Además, ¿dónde van a vaciar toda la tierra y los peñascos?

         - Los vaciaremos en el mar – fue la respuesta.

         Entonces el Viejo Tonto partió con sus hijos y nietos. Tres de ellos llevaron balancines. Removieron piedras y tierra y, en canastos los acarrearon al mar. Una vecina, llamada Jing, era viuda y tenía un hijito de siete u ocho años; este niño fue con ellos para ayudarles. En cada viaje tardaban varios meses.

         Un hombre que vivía en la vuelta del río, a quien llamaban El Sabio, se reía de sus esfuerzos y trató de disuadirlos.

         - ¡Basta de esta tontería! – exclamaba –. ¡Qué estúpido es todo esto! Tan viejo y débil como es Ud. no será capaz de arrancar ni un puñado de hierbas en esas montañas. ¿Cómo va a remover tierras y piedras en tal cantidad?

         El Viejo Tonto exhaló un largo suspiro.

         - ¡Qué torpe es Ud.! – le dijo –. No tiene Ud. ni siquiera la intuición del hijito de la viuda. Aunque yo muera, quedarán mis hijos y los hijos de mis hijos; y así sucesivamente, de generación en generación. Y como estas montañas no crecen, ¿por qué no vamos a ser capaces de terminar por removerlas?

         Entonces El Sabio no tuvo nada que responder.

Lie Zi[1]

 

1 Hour Dizi Chinese bamboo flute【9】❤Dong Min❤อาหมวยแก้มซาลาเปา❤เป่าขลุ่ยจีน❤

viernes, junio 04, 2021

De un sauce pendía mi infancia por Doris Morimasato

 

De un sauce pendía mi infancia por Doris Morimasato

De un sauce pendía mi infancia por Doris Morimasato


Balanceándose entre el murmullo de las hojas
clara, apacible
de un sauce pendía mi infancia.
Desde allí vigilaba como íban y volvían las desiluciones.
Detrás de una hoja divisaba los enojos
y medía la premura de la tarde con el viento.
Cada rama sostenía mis sueños
mientras más arriba, más hermosa la vida
inmensa y menos mía
imposible de tocarme con su dedo acusador.

Con brazos y piernas me aferraba a ese universo
donde el dolor no aleteaba
y las dudas detenían sus extrañas voces.
Cada amanecer husmeaba la vida desde la agitada copa.
Los hombres enrumbaban para la siembra
chacchando coca, murmurando en su extraña lengua.
Pasaba el camión llevándose el rubor de los tomates
la amargura del apio, la brillante
oscuridad de las berenjenas,
refunfuñaba padre los días que le restaban por vivir.

De un sauce pendía mi infancia
balanceándose mi cuerpo con el viento
esperando como una muerta
fría y callada
que alguien me obligaba a poner los pies sobre la tierra,
para empezar a vivir
como todas. 


miércoles, junio 02, 2021

Martí, José : Poemas

Martí, José : Poemas

Martí, José

Hijo de padres españoles, de clase humilde, radicados en Cuba, nació en la Habana el 28 de enero de 1853.Estudió bajo el cuidado del poeta Rafael María de Mendive quien detectó muy pronto su gran talento.A los dieciséis años fue encarcelado por sus ideas revolucionarias y posteriormente indultado y deportado a España.Continuó su educación en la Universidad de Zaragoza donde se licenció en las carreras de Filosofía y Letras y en Derecho,ambas en 1874.Vivió luego en México y Guatemala, regresando a Cuba de donde fue nuevamente desterrado en 1879.Durante su exilio en EE.UU. se dedicó al periodismo y fundó el Partido Revolucionario Cubano en 1892. Como escritor fue el precursor del modernismo latinoamericano, representado en numerosas obras entre las que se destacan,«Ismaelillo» 1882, «Versos sencillos»1891 y «Versos libres» en 1892.Murió en combate en 1895 durante su lucha contra las tropas españolas en Dos Ríos, actual provincia de Granma,en el oriente cubano

Martí, José : Poemas


José Martí
Versos sencillos:

I – Yo soy un hombre sincero…

Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.
Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.
Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.
Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.
Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros,
Volando las mariposas.
He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.
Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.
Temblé una vez  -en la reja,
A la entrada de la viña,-
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.
Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: -cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcaide llorando.
Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, -es
Que mi hijo va a despertar.
Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.
Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.
Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.
Yo he puesto la mano osada,
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.
Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.
Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.
Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto.
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.
Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.


Martí, José : Poemas



IV – Yo visitaré anhelante…

Yo visitaré anhelante
Los rincones donde a solas
Estuvimos yo y mi amante
Retozando con las olas.

Solos los dos estuvimos,
Solos, con la compañía
De dos pájaros que vimos
Meterse en la gruta umbría.

Y ella, clavando los ojos,
En la pareja ligera,
Deshizo los lirios rojos
Que le dio la jardinera.

La madreselva olorosa
Cogió con sus manos ella,
Y una madama graciosa,
Y un jazmín como una estrella.

Yo quise, diestro y galán,
Abrirle su quitasol;
Y ella me dijo: “¡Qué afán!
¡Si hoy me gusta ver el sol!”

“Nunca más altos he visto
Estos nobles robledales:
Aquí debe estar el Cristo,
Porque están las catedrales.”

“Ya sé dónde ha de venir
Mi niña a la comunión;
De blanco la he de vestir
Con un gran sombrero alón.”

Después, del calor al peso,
Entramos por el camino,
Y nos dábamos un beso
En cuanto sonaba un trino.

¡Volveré, cual quien no existe,
Al lago mudo y helado:
Clavaré la quilla triste:
Posaré el remo callado!


Martí, José : Poemas

V – Si ves un monte de espumas…

Si ves un monte de espumas,
Es mi verso lo que ves:
Mi verso es un monte, y es
Un abanico de plumas.

Mi verso es como un puñal
Que por el puño echa flor:
Mi verso es un surtidor
Que da un agua de coral.

Mi verso es de un verde claro
Y de un carmín encendido:
Mi verso es un ciervo herido
Que busca en el monte amparo.

Mi verso al valiente agrada:
Mi verso, breve y sincero,
Es del vigor del acero
Con que se funde la espada.


Martí, José : Poemas


VI – Si quieren que de este mundo…

Si quieren que de este mundo
Lleve una memoria grata,
Llevaré, padre profundo,
Tu cabellera de plata.
Si quieren, por gran favor,
Que lleve más, llevaré
La copia que hizo el pintor
De la hermana que adoré.
Si quieren que a la otra vida
Me lleve todo un tesoro,
¡Llevo la trenza escondida
Que guardo en mi caja de oro!

Martí, José : Poemas

VIII – Yo tengo un alnigo muerto…

Yo tengo un alnigo muerto
que suele venirme a ver:
Ini alnigo se sienta y canta;
canta en voz que ha de doler:
“En un ave de dos alas
bogo por el cielo azul:
un ala del ave es negra,
otra de oro Caribú.
El corazón es un loco
que no sabe de un color:
o es su amor de dos colores,
o dice que no es amor.
Hay una loca más fiera
que el corazón infeliz:
la que le chupó la sangre
y se echó luego a reír.
Corazón que lleva rota
el ancla fiel del hogar,
va como barca perdida,
que no sabe a dónde va. ”
En cuanto llega a esta angustia
rompe el Inuerto a maldecir:
le amanso el cráneo: lo acuesto:
acuesto el muerto a dormir.

Martí, José : Poemas


IX – Quiero, a la sombra de un ala…

Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
La que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos,
Y las orlas de reseda
Y de jazmín: la enterramos
En una caja de seda.
…Ella dio al desmemoriado
Una almohadilla de olor:
El volvió, volvió casado:
Ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores:
Detrás iba el pueblo en tandas,
Todo cargado de flores.
…Ella, por volverlo a ver,
Salió a verlo al mirador:
El volvió con su mujer:
Ella se murió de amor.
Como de bronce candente
Al beso de despedida
Era su frente ¡la frente
Que más he amado en mi vida!
…Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor:
Dicen que murió de frío:
Yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada,
La pusieron en dos bancos:
Besé su mano afilada,
Besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer,
Me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
A la que murió de amor!

Martí, José : Poemas


X – El alma trémula y sola…

El alma trémula y sola
Padece al anochecer:
Hay baile; vamos a ver
La bailarina española
Han hecho bien en quitar
El banderín de la acera;
Porque si está la bandera,
No sé, yo no puedo entrar.
Ya llega la bailarina:
Soberbia y pálida llega:
¿Cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal: es divina.
Lleva un sombrero torero
Y una capa carmesí:
¡Lo mismo que un alelí
Que se pusiese un sombrero!
Se ve, de paso, la ceja,
Ceja de mora traidora:
Y la mirada, de mora:
Y como nieve la oreja.
Preludian, bajan la luz
Y sale en bata y mantón,
La virgen de la Asunción
Bailando un baile andaluz.
Alza, retando, la frente;
Crúzase al hombro la manta:
En arco el brazo levanta:
Mueve despacio el pie ardiente.
Repica con los tacones
El tablado zalamera,
Como si la tabla fuera
Tablado de corazones.
Y va el convite creciendo
En las llamas de los ojos,
Y el manto de flecos rojos
Se va en el aire meciendo.
Súbito, de un salto arranca:
Húrtase, se quiebra, gira:
Abre en dos la cachemira,
Ofrece la bata blanca.
Han hecho bien en quitar
El banderín de la acera;
Porque si está la bandera,
No sé, yo no puedo entrar.
Ya llega la bailarina:
Soberbia y pálida llega:
¿Cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal: es divina.
Lleva un sombrero torero
Y una capa carmesí:
¡Lo mismo que un alelí
Que se pusiese un sombrero!
Se ve, de paso, la ceja,
Ceja de mora traidora:
Y la mirada, de mora:
Y como nieve la oreja.
Preludian, bajan la luz
Y sale en bata y mantón,
La virgen de la Asunción
Bailando un baile andaluz.
Alza, retando, la frente;
Crúzase al hombro la manta:
En arco el brazo levanta:
Mueve despacio el pie ardiente.
Repica con los tacones
El tablado zalamera,
Como si la tabla fuera
Tablado de corazones.
Y va el convite creciendo
En las llamas de los ojos,
Y el manto de flecos rojos
Se va en el aire meciendo.
Súbito, de un salto arranca:
Húrtase, se quiebra, gira:
Abre en dos la cachemira,
Ofrece la bata blanca.
El cuerpo cede y ondea;
La boca abierta provoca;
Es una rosa la boca:
Lentamente taconea.
Recoge, de un débil giro,
El manto de flecos rojos:
Se va, cerrando los ojos,
Se va, como en un suspiro…
Baila muy bien la española;
Es blanco y rojo el mantón:
¡Vuelve, fosca, a su rincón
El alma trémula y sola!

Martí, José : Poemas

 XI – Yo tengo un paje muy fiel…
Yo tengo un paje muy fiel
que me cuida y que me gruñe,
y al salir, me limpia y bruñe
mi corona de laurel.
Yo tengo un paje ejemplar
que no come, que no duerme
y que se acurruca a verme
trabajar y sollozar.
Salgo, y el vil se desliza
y en mi bolsillo aparece;
vuelvo, y el terco me ofrece
una taza de ceniza.
Si duermo, al rayar el día
se sienta junto a mi cama;
si escribo, sangre derrama
mi paje en la escribanía.
Mi paje, hombre de respeto,
al andar castañetea:
hiela mi paje, y chispea:
mi paje es un esqueleto.

Martí, José : Poemas


XVII – Es rubia: el cabello suelto…
Es rubia: el cabello suelto
Da más luz al ojo moro:
Voy, desde entonces, envuelto
En un torbellino de oro.
La abeja estival que zumba
Más ágil por la flor nueva,
No dice, como antes, «tumba»:
«Eva» dice: todo es «Eva».
Bajo, en lo oscuro, al temido
Raudal de la catarata:
¡Y brilla el iris, tendido
Sobre las hojas de plata!
Miro, ceñudo, la agreste
Pompa del monte irritado:
¡Y en el alma azul celeste
Brota un jacinto rosado!
Voy, por el bosque, a paseo
A la laguna vecina:
Y entre las ramas la veo,
Y por el agua camina.
La serpiente del jardín
Silba, escupe, y se resbala
Por su agujero: el clarín
Me tiende, trinando, el ala.
¡Arpa soy, salterio soy
Donde vibra el Universo:
Vengo del sol, y al sol voy:
Soy el amor: soy el verso!

Martí, José : Poemas

XVIII – El alfiler de Eva loca…
El alfiler de Eva loca
Es hecho del oro oscuro
Que le sacó un hombre puro
Del corazón de una roca.
Un pájaro tentador
Le trajo en el pico ayer
Un relumbrante alfiler
De pasta y de similar.
Eva se prendió al oscuro
Talle el diamante embustero:
Y echó en el alfiletero
El alfiler de oro puro.

Martí, José : Poemas

XIX – Por tus ojos encendidos…
Por tus ojos encendidos
Y lo mal puesto de un broche.
Pensé que estuviste anoche
Jugando a juegos prohibidos.
Te odié por vil y alevosa:
Te odié con odio de muerte:
Náusea me daba de verte
Tan villana y tan hermosa.
Y por la esquela que vi
Sin saber cómo ni cuándo.
Sé que estuviste llorando
Toda la noche por mí.

Martí, José : Poemas

XX – Mi amor del aire se azora…
Mi amor del aire se azora;
Eva es rubia, falsa es Eva:
Viene una nube, y se lleva
Mi amor que gime y que llora.
Se lleva mi amor que llora
Esa nube que se va:
Eva me ha sido traidora:
¡Eva me consolará!

Martí, José : Poemas

XXI – Ayer la vi en el salón…
Ayer la vi en el salón
De los pintores, y ayer
Detrás de aquella mujer
Se me saltó el corazón.
Sentada en el suelo rudo
Está en el lienzo: dormido
Al pie, el esposo rendido:
Al seno el niño desnudo.
Sobre unas briznas de paja
Se ven mendrugos mondados:
Le cuelga el manto a los lados,
Lo mismo que una mortaja.
No nace en el torvo suelo
Ni una viola, ni una espiga:
¡Muy lejos, la casa amiga,
Muy triste y oscuro el cielo!…
¡Ésa es la hermosa mujer
Que me robó el corazón
En el soberbio salón
De los pintores de ayer!

Martí, José : Poemas

XXII – Estoy en el baile extraño…
Estoy en el baile extraño
De polaina y casaquín
Que dan, del año hacia el fin,
Los cazadores del año.
Una duquesa violeta
Va con un frac colorado:
Marca un vizconde pintado
El tiempo en la pandereta.
Y pasan las chupas rojas,
Pasan los tules de fuego,
Como delante de un ciego
Pasan volando las hojas.

Martí, José : Poemas

XXIV – Sé de un pintor atrevido…
Sé de un pintor atrevido
Que sale a pintar contento
Sobre la tela del viento
Y la espuma del olvido.
Yo sé de un pintor gigante,
El de divinos colores,
Puesto a pintarle las flores
A una corbeta mercante.
Yo sé de un pobre pintor
Que mira el agua al pintar,
-El agua ronca del mar,-
Con un entrañable amor.

Martí, José : Poemas

XXXV – Qué importa que tu puñal…
¿Qué importa que tu puñal
Se me clave en el riñón?
¡Tengo mis versos, que son
Más fuertes que tu puñal!
¿Qué importa que este dolor
Seque el mar, y nuble el cielo?
El verso, dulce consuelo,
Nace alado del dolor.

Martí, José : Poemas

XXXVII – Aquí está el pecho, mujer…
Aquí está el pecho, mujer,
Que ya sé que lo herirás;
¡Mas grande debiera ser,
Para que lo hirieses más!
Porque noto, alma torcida,
Que en mi pecho milagroso,
Mientras más honda la herida,
Es mi canto más hermoso.

Martí, José : Poemas

XXXIX – Cultivo una rosa blanca…
Cultivo una rosa blanca,
En julio como en enero,
Para el amigo sincero
Que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni oruga cultivo:
Cultivo la rosa blanca.

Martí, José : Poemas

XLIII – Mucho, señora, daría…
Mucho, señora, daría
Por tender sobre tu espalda
Tu cabellera bravía,
Tu cabellera de gualda:
Despacio la tendería,
Callado la besaría.
Por sobre la oreja fina
Baja lujoso el cabello,
Los mismo que una cortina
Que se levanta hacia el cuello.
La oreja es obra divina
De porcelana de China.
Mucho, señora, te diera
Por desenredar el nudo
De tu roja cabellera
Sobre tu cuello desnudo:
Muy despacio la esparciera,
Hilo por hilo la abriera.

Martí, José : Poemas

XLVI – Vierte, corazón, tu pena…
Vierte, corazón, tu pena
Donde no se llegue a ver,
Por soberbia, y por no ser
Motivo de pena ajena.
Yo te quiero, verso amigo,
Porque cuando siento el pecho
Ya muy cargado y deshecho,
Parto la carga contigo.
Tú me sufres, tú aposentas
En tu regazo amoroso,
Todo mi amor doloroso,
Todas mis ansias y afrentas.
Tú, porque yo pueda en calma
Amar y hacer bien, consientes
En enturbiar tus corrientes
Con cuanto me agobia el alma.
Tú, porque yo cruce fiero
La tierra, y sin odio, y puro,
Te arrastras, pálido y duro,
Mi amoroso compañero.
Mi vida así se encamina
Al cielo limpia y serena,
Y tú me cargas mi pena
Con tu paciencia divina.
Y porque mi cruel costumbre
De echarme en ti te desvía
De tu dichosa armonía
Y natural mansedumbre;
Porque mis penas arrojo
Sobre tu seno, y lo azotan,
Y tu corriente alborotan,
Y acá lívido, allá rojo,
Blanco allá como la muerte,
Ora arremetes y ruges,
Ora con el peso crujes
De un dolor más que tú fuerte,
¿Habré, como me aconseja
Un corazón mal nacido,
De dejar en el olvido
A aquel que nunca me deja?
¡Verso, nos hablan de un Dios
Adonde van los difuntos:
Verso, o nos condenan juntos,
O nos salvamos los dos!

Martí, José : Poemas

Versos libres:
A los espacios entregarme quiero…
A los espacios entregarme quiero
Donde se vive en paz y con un manto
De luz, en gozo embriagador henchido,
Sobre las nubes blancas se pasea,
Y donde Dante y las estrellas viven.
Yo sé, yo sé, porque lo tengo visto
En ciertas horas puras, cómo rompe
Su cáliz una flor, y no es diverso
Del modo, no, con que lo quiebra el alma.
Escuchad, y os diré: – viene de pronto
Como una aurora inesperada, y como
A la primera luz de primavera
De flor se cubren las amables lilas…
¡Triste de mí! contároslo quería,
Y en espera del verso, las grandiosas
Imágenes en fila ante mis ojos
Como águilas alegres vi sentadas.
Pero las voces de los hombres echan
De junto a mí las nobles aves de oro.
Ya se van, ya se van. Ved cómo rueda
La sangre de mi herida.
Si me pedís un símbolo del mundo
En estos tiempos, vedlo: un ala rota.
Se labra mucho el oro. ¡El alma apenas!
Ved cómo sufro. Vive el alma mía
Cual cierva en una cueva acorralada.
¡Oh, no está bien; me vengaré, llorando!

Martí, José : Poemas

Al buen Pedro
Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras
Porque tras mis orejas el cabello
En crespas ondas su caudal levanta:
¡Diles, bribón, que mientras tú en festines,
En rubios caldos y en fragantes pomas,
Entre mancebas del astuto Norte,
De tus esclavos el sudor sangriento,
Torcido en oro lánguido bebes, -Pensativo,
febril, pálido, grave,
Mi pan rebano en solitaria mesa
Pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo
De libertar de su infortunio al siervo
Y de tu infamia a ti! Y en esos lances,
Suéleme, Pedro, en la apretada bolsa
Faltar la monedilla que reclama
Con sus húmedas manos el barbero.

Martí, José : Poemas


Allí despacio te diré mis cuitas…
Allí despacio te diré mis cuitas,
¡Allí en tu boca escribiré mis versos!
¡Ven, que la soledad será tu escudo!
Ven, blanca oveja,
Pero, si acaso lloras, en tus manos
Esconderé mi rostro, y con mis lágrimas
Borraré los extraños versos míos,
¿Sufrir tú, a quien yo amo, y ser yo el casco
Brutal, y tú, mi amada, el lirio roto?
No, mi tímida oveja, yo odio el lobo,
Ven, que la soledad será tu escudo.
¡Oh! la sangre del alma, ¿tú la has visto?
Tiene manos y voz, y al que la vierte
Eternamente entre las sombras acusa.
¡Hay crímenes ocultos, y hay cadáveres
De almas, y hay villanos matadores!
Al bosque ven: del roble más erguido
Un pilón labremos, y ¡en el pilón
Cuantos engañen a mujer pongamos!
Esa es la lidia humana: ¡la tremenda
Batalla de los cascos y los lirios!
¿Pues los hombres soberbios, no son fieras?
Bestias y fieras! Mira, aquí te traigo
Mi bestia muerta y mi furor domado.
Ven, a callar, a murmurar, al ruido
De las hojas de Abril y los nidales.
Deja, oh mi amada, las paredes mudas
De esta casa ahoyada y ven conmigo
No al mar que bate y ruge sino al bosque
De rosas que hay al fondo de la selva.
Allí es buena la vida, porque es libre,
Y tu virtud, por libre, será cierta,
Por libre, mi respeto meritorio.
Ni el amor, si no es libre, da ventura.
¡Oh, gentes ruines, los que en calma gozan
De robados amores! Si es ajeno
El cariño, el placer de respetarlo
Mayor mil veces es que el de su goce;
Del buen obrar que orgullo al pecho queda
Y como en dulces lágrimas rebosa,
Y en extrañas palabras, que parecen
¡Aleteos, no voces! Y ¡qué culpa
La de fingir amor! ¡Pues hay tormento
Como aquel, sin amar, de hablar de amores!
¡Ven, que allí triste iré, pues yo me veo!
¡Ven, que la soledad será tu escudo! 

Árbol de mi alma


Martí, José : Poemas

Como un ave que cruza el aire claro

Siento hacia mí venir tu pensamiento
Y acá en mi corazón hacer su nido.
Ábrese el alma en flor: tiemblan sus ramas
Como los labios frescos de un mancebo
En su primer abrazo a una hermosura;
Cuchichean las hojas: tal parecen
Lenguaraces obreras y envidiosas,
A la doncella de la casa rica
En preparar el tálamo ocupadas:
Ancho es mi corazón, y es todo tuyo:
Todo lo triste cabe en él, y todo
Cuanto en el mundo llora, y sufre, y muere!
De hojas secas, y polvo, y derruidas
Ramas lo limpio: bruño con cuidado
Cada hoja, y los tallos: de las flores
Los gusanos y el pétalo comido
Separo: oreo el césped en contorno
Y a recibirte, oh pájaro sin mancha,
¡Apresto el corazón enajenado!


 

Martí, José : Poemas

Baile
 
Yo miro con un triste
placer, como en la fiesta
Del noble Jerez pálido
la copa llena guían
las blancas manos trémulas
al seco labio rojo:
-Y yo muevo mi mano tristemente
al corazón vacío,- y a la frente.
Yo veo como un sueño
de gasa blanca y oro,
en que la llama se abre
camino en tanto alado
traje que ha de ser luego
ceniza, húmeda en lágrimas,
cruzar la alegre corte de oro y gasa,
yen llanto amargo el rostro se me abrasa.
¡Alma! cuando de vuelta
dentro del cuerpo laxo,
del frac innoble libres
o la prisión dichosa
de níveo tul,-la férvida
fiesta recuerdes,- ¡mira
que debes embridar el cuerpo loco,
o que te absorbe con su sed a poco!


 
Martí, José : Poemas



Bosque de rosas
(Allí despacio) 
 
¡Oh! la sangre del alma, ¿tú la has visto?
Tiene manos y voz, y al que la vierte
Eternamente entre las sombras acusa.
¡Hay crímenes ocultos, y hay cadáveres
De almas, y hay villanos matadores!
Al bosque ven: del roble más erguido
Un pilón labremos, y ¡en el pilón
Cuantos engañen a mujer pongamos!
Ésa es la lidia humana: ¡la tremenda
Batalla de los cascos y los lirios!
¿Pues los hombres soberbios, no son fieras?
Bestias y fieras! Mira, aquí te traigo
Mi bestia muerta y mi furor domado.
Ven, a callar, a murmurar, al ruido
De las hojas de Abril y los nidales.
Deja, oh mi amada, las paredes mudas
De esta casa ahoyada y ven conmigo
No al mar que bate y ruge sino al bosque
De rosas que hay al fondo de la selva.
Allí es buena la vida, porque es libre,
Y tu virtud, por libre, será cierta,
Por libre, mi respeto meritorio.
Ni el amor, si no es libre, da ventura.
¡Oh, gentes ruines, los que en calma gozan
De robados amores! Si es ajeno
El cariño, el placer de respetarlo
Mayor mil veces es que el de su goce;
Del buen obrar que orgullo al pecho queda
Y como en dulces lágrimas rebosa,
Y en extrañas palabras, que parecen
¡Aleteos, no voces! Y ¡qué culpa
La de fingir amor! ¡Pues hay tormento
Como aquel, sin amar, de hablar de amores!
¡Ven, que allí triste iré, pues yo me veo!
¡Ven, que la soledad será tu escudo!

 

Martí, José : Poemas



Contra el verso retórico y ornado… 
 
Contra el verso retórico y ornado
El verso natural. Acá un torrente:
Aquí una piedra seca. Allá un dorado
Pájaro, que en las ramas verdes brilla,
Como una marañuela entre esmeraldas -
Acá la huella fétida y viscosa
De un gusano: los ojos, dos burbujas
De fango, pardo el vientre, craso, inmundo.
Por sobre el árbol, más arriba, sola
En el cielo de acero una segura
Estrella; y a los pies el horno,
El horno a cuyo ardor la tierra cuece -
Llamas, llamas que luchan, con abiertos
Huecos como ojos, lenguas como brazos,
Savia como de hombre, punta aguda
Cual de espada: ¡la espada de la vida
Que incendio a incendio gana al fin, la tierra!
Trepa: viene de adentro: ruge: aborta.
Empieza el hombre en fuego y para en ala.
Y a su paso triunfal, los maculados,
Los viles, los cobardes, los vencidos,
Como serpientes, como gozques, como
Cocodrilos de doble dentadura,
De acá, de allá, del árbol que le ampara,
Del suelo que le tiene, del arroyo
Donde apaga la sed, del yunque mismo
Donde se forja el pan, le ladran y echan
El diente al pie, al rostro el polvo y lodo,
Cuanto cegarle puede en su camino.
El, de un golpe de ala, barre el mundo
Y sube por la atmósfera encendida
Muerto como hombre y como sol sereno.
Así ha de ser la noble poesía:
Así como la vida: estrella y gozque;
La cueva dentellada por el fuego,
El pino en cuyas ramas olorosas
A la luz de la luna canta un nido
Canta un nido a la lumbre de la luna.


Martí, José : Poemas

 
Dormida
 
De sus pestañas al peso
el ancho párpado entorna,
lirio que, al sol que se torna,
se cierra pidiendo un beso.
Y luego como fragante
magnolia que desenvuelve
sus blancas hojas, revuelve
el tenue encaje flotante:
De mi capricho al vagar
imagínala mi amor,
¡una Venus del pudor
surgiendo de un nuevo mar!
Cuando la lámpara vaga
en este templo de amores,
con sus blandos resplandores
más que la alumbra, la halaga.
Cuando la ropa ligera
sobre su cutis rosado,
ondula como el alado
pabellón de primavera.
Cuando su seno desnudo,
indefenso, a mi respeto
pone más valla que el peto
de bravo guerrero rudo.
Siento que puede el amor,
dormida y desnuda al verla,
dejar perla a la que es perla,
dejar flor a la que es flor.
Sobre sus labios podría
los labios míos posar,
y en su seno reclinar
la pobre cabeza mía.
Y con mi aliento volver
mariposa a la crisálida;
y a la clara rosa pálida
animar y enrojecer.
Pero aquí, desde la sombra
donde amante la contemplo,
manchar no quiero del templo
con paso impuro la alfombra.
Al acercarme, en ligera
procesión avergonzado,
¿no volaría el alado
pabellón de primavera?
¡Al reflejarme el espejo,
que la copia entre albas hojas,
negras las tornara y rojas
de la lámpara al reflejo!
Dicen que suele volar
por los espacios perdida
el alma, y en otra vida
sus alas puras bañar.
Dicen que vuelve a venir
a su cuerpo con la aurora,
para volver – ¡la traidora! -
con cada noche a partir.
Y si su espíritu en leda
beatitud los cielos hiende,
de esa mujer que se extiende
bella ante mí qué me queda?
Blanco cuerpo, línea fría,
molde hueco, vaso roto,
¡y viajera por lo ignoto
la luz que los encendía!
Y ¿a mí que tanto te quiero,
delicada peregrina,
turbar la marcha divina
de tu espíritu viajero?
¡Duerme entre tus blancas galas!
¡Duerme, mariposa mía!
Vuela bien: – ¡mi mano impía
no irá a cortarte las alas!-



Martí, José : Poemas


En ti pensaba, en tus cabellos…

En ti pensaba, en tus cabellos
que el mundo de la sombra envidiaría,
y puse un punto de mi vida en ellos
y quise yo soñar que tú eras mía.

Ando yo por la tierra con los ojos
alzados -¡oh, mi afán!- a tanta altura
que en ira altiva o míseros sonrojos
encendiólos la humana criatura.

Vivir: -Saber morir; así me aqueja
este infausto buscar, este bien fiero,
y todo el Ser en mi alma se refleja,
y buscando sin fe, de fe me muero.

Martí, José : Poemas


En un dulce estupor soñando estaba...
En un dulce estupor soñando estaba
Con las bellezas de la tierra mía:
Fuera, el invierno lívido gemía,
Y en mi cuarto sin luz el sol brillaba.
La sombra sobre mí centelleaba
Como un diamante negro, y yo sentía
Que la frente soberbia me crecía,
Y que un águila al cielo me encumbraba.
Iba hinchando este gozo el alma oscura,
Cuando me vi de súbito estrechado
Contra el seno fatal de una hermosura:
Y al sentirme en sus brazos apretado,
Me pareció rodar desde una altura
Y rodar por la tierra despeñado.


Martí, José : Poemas



Homagno

 Homagno sin ventura

La hirsuta y retostada cabellera
Con sus pálidas manos se mesaba.
«Máscara soy, mentira soy, decía;
estas carnes y formas, estas barbas
y rostro, estas memorias de la bestia,
que como silla a lomo de caballo
sobre el alma oprimida echan y ajustan,
por el rayo de luz que el alma mía
en la sombra entrevé, -¡no son Homagno!
Mis ojos sólo, los míos caros ojos,
que me revelan mi disfraz, son míos,
queman, me queman, nunca duermen, oran,
y en mi rostro los siento y en el cielo,
y le cuentan de mí, y a mí dél cuentan.
¿Por qué, por qué, para cargar en ellos
un grano ruin de alpiste mal trojado
talló el creador mis colosales hombros?
Ando, pregunto, ruinas y cimientos
vuelco y sacudo; a sorbos delirantes
En la Creación, la madre de mil pechos,
Las fuentes todas de la vida aspiro:
Muerdo, atormento, beso las callosas
Manos de piedra que golpeo
Con demencia amorosa; su invisible
cabeza con las secas manos mías
acaricio y destrenzo; por la tierra
me tiendo compungido, y los confusos
pies, con mi llanto baño y con mis besos,
y en medio de la noche, palpitante,
con mis voraces ojos en el cráneo
y en sus órbitas anchas encendidos,
trémulo, en mí plegado, hambriento espero,
por si al próximo sol respuestas vienen: -Y
a cada nueva luz, – de igual enjuto
modo y ruin, la vida me aparece,
como gota de leche que en cansado
pezón, al terco ordeño, titubea, -como
carga de hormiga, – como taza
de agua añeja en la jaula de un jilguero.» -De
mordidas y rotas, ramos de uvas
estrujadas y negras, las ardientes
manos del triste Homagno parecían!
Y la tierra en silencio y una hermosa
voz de mi corazón, contestaron.


Martí, José : Poemas




La copa envenenada

 

¡Desque toqué, señora, vuestra mano
Blanca y desnuda en la brillante fiesta,
En el fiel corazón intento en vano
Los ecos apagar de aquella orquesta!
Del vals asolador la nota impura
Que en sus brazos de llama suspendidos
Rauda os llevaba -al corazón sin cura,
Repítenla amorosos mis oídos.
Y cuanto acorde vago y murmurio
Ofrece al alma audaz la tierra bella,
Fíngelos el espíritu sombrío-
Tenue cambiante de la nota aquella.
¡Oigola sin cesar! Al brillo, ciego,
En mi torno la miro vagorosa
Mover con lento son alas de fuego
Y mi frente a ceñir tenderse ansiosa.
¡Oh! mi trémula mano bien sabría
Al aire hurtar la alada nota hirviente
Y, con arte de dulce hechicería,
Colgando adelfas a la copa ardiente,
En mis sedientos brazos desmayada
Daros, señora, matador perfume:
Mas yo apuro la copa envenenada
Y en mí acaba el amor que me consume.

Martí, José : Poemas



La niña de Guatemala

 

Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos,
y las orlas de reseda
y de jazmín: la enterramos
en una caja de seda.
…Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor:
él volvió, volvió casado:
ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
obispos y embajadores:
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores.
…Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador:
él volvió con su mujer:
ella se murió de amor.
Como de bronce candente
al beso de despedida
era su frente, ¡la frente
que más he amado en mi vida!
…Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor:
dicen que murió de frío:
yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador:
¡nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor!


Martí, José : Poemas



Mujeres

 

I
Ésta es rubia; ésta, oscura; aquélla, extraña
Mujer de ojos de mar y cejas negras:
Y una cual palma egipcia alta y solemne
Y otra como un canario gorjeadora.
Pasan, y muerden: los cabellos luengos
Echan, como una red: como un juguete
La lánguida beldad ponen al labio
Casto y febril del amador que a un templo
Con menos devoción que al cuerpo llega
De la mujer amada: ella, sin velos
Yace, y a su merced: -él, casto y mudo
En la inflamada sombra alza dichoso
Como un manto imperial de luz de aurora.
Cual un pájaro loco en tanto ausente
En frágil rama y en menudas flores,
De la mujer el alma travesea:
Noble furor enciende al sacerdote
Y a la insensata, contra el ara augusta
Como una copa de cristal rompiera:
Pájaros, sólo pájaros: el alma
Su ardiente amor reserva al Universo.

 

Martí, José : Poemas

II
Vino hirviente es amor: del vaso afuera,
Echa, brillando al sol, la alegre espuma:
Y en sus claras burbujas, desmayados
Cuerpos, rizosos niños, cenadores
Fragantes y amistosas alamedas
Y juguetones ciervos se retratan:
De joyas, de esmeraldas, de rubíes,
De ónices, y turquesas y del duro
diamante, al fuego eterno derretidos,
Se hace el vino satánico: mañana
El vaso sin ventura que lo tuvo
cual comido de hienas, y espantosa
Lava mordente se verá quemado.

 

Martí, José : Poemas

III
Bien duerma, bien despierte, bien recline-
Aunque no lo reclino- Bien de hinojos,
Ante un niño que juega el cuerpo doble
Que no se dobla a viles y a tiranos,
Siento que siempre estoy en pie: -si suelo,
Cual del niño en los rizos suele el aire
Benigno, en los piadosos labios tristes
Dejar que vuele una sonrisa, -es cierto
Que así, sépalo el mozo, así sonríen
Cuantos nobles y crédulos buscaron
El sol eterno en la belleza humana.
Sólo hay un vaso que la sed apague
De hermosura y amor: Naturaleza
Abrazos deleitosos, híbleos besos
A sus amantes pródiga regala.

 

Martí, José : Poemas

IV
Para que el hombre los tallara, puso
El monte y el volcán Naturaleza,-
El mar, para que el hombre ver pudiese
Que era menor que su cerebro: -en horno
Igual, sol, aire y hombres elabora.
Porque los dome, el pecho al hombre inunda
Con pardos brutos y con torvas fieras.
Y el hombre, no alza el monte: no en el libre
Aire, ni sol magnífico se trueca:
Y en sus manos sin honra, a las sensuales
Bestias del pecho el corazón ofrece:
A los pies de la esclava vencedora:
El hombre yace deshonrado, muerto.


Martí, José : Poemas


No, música tenaz, me hables del cielo…

 

No, música tenaz, me hables del cielo!
Es morir, es temblar, es desgarrarme
Sin compasión el pecho! Si no vivo
Donde como una flor al aire puro
Abre su cáliz verde la palmera,
Si del día penoso a casa vuelvo…
¿Casa dije? no hay casa en tierra ajena!…
¡Roto vuelvo en pedazos encendidos!
Me recojo del suelo: alzo y amaso
Los restos de mí mismo; ávido y triste,
Como un estatuador un Cristo roto:
Trabajo, siempre en pie, por fuera un hombre,
¡Venid a ver, venid a ver por dentro!
Pero tomad a que Virgilio os guíe…
Si no, estaos afuera: el fuego rueda
Por la cueva humeante: como flores
De un jardín infernal se abren las llagas:
Y boqueantes por la tierra seca
Queman los pies los escaldados leños!
¡Toda fue flor la aterradora tumba!
¡No, música tenaz, me hables del cielo!


Martí, José : Poemas



Noche de baile

 

¡Magníficos espejos
Que vieron mozos los que copian viejos! -
¡Espléndidos tapices
Hechos de antaño a proteger deslices! -
¡Doradas cornucopias -
Del salón secular al tapar propias!
¡Severos sitiales
Sustento y marco ayer de épocas reales! -
Solos los dos:
El viene
Escucha
¡Luego!
¡Quema tu beso!
¡Vuélveme mi fuego! -
¡Y se lo vuelve!  Y el espejo sabio
No del marido reflejó el agravio
Que de otra dama aspira ser cortejo
En cercano salón: ¡ley del espejo!
En tanto, cual de espumas
Hijo de Venus, el Amor alado
Surgiera en concha de azuladas brumas
Por invisible geniecillo alzado,
Y moviendo los pálidos corales
Clamara por los senos maternales,-
Un niño se despierta
En la alcoba magnífica desierta.
¡Niño que sufre, me parece mío!
¡Labio sin leche, rosa sin rocío! -
Como espuma agitada
Revuelve el lecho aquella rosa alada;
En la cortina azul, en urna añeja
Su última luz la lámpara refleja: –
Allí vieron los ojos
Lúgubres sombras entre tonos rojos,-
Y el niño, al fin, desesperado llora,
Y allá, junto al espejo, se oye: «¡Ahora!»

Martí, José : Poemas



¡Oh, Margarita!

 

Una cita a la sombra de tu oscuro
Portal donde el friecillo nos convida
A apretarnos los dos, de tan estrecho
Modo, que un solo cuerpo los dos sean:
Deja que el aire zumbador resbale,
Cargado de salud, como travieso
Mozo que las corteja, entre las hojas,
Y en el pino
Rumor y majestad mi verso aprenda.
Sólo la noche del amor es digna.
La soledad, la oscuridad convienen.
Ya no se puede amar, ¡oh Margarita!

Martí, José : Poemas



¡Oh, nave, oh pobre nave…!

 

¡Oh, nave, oh pobre nave:
Pusiste al cielo el rumbo, engaño grave! -
¡Y andando por mar seco
Con estrépito horrendo, diste en hueco!
Castiga así la tierra a quien la olvida
Y a quien la vida burla, hunde en la vida:
¡Bien solitario estoy, y bien desnudo,
Pero en tu pecho, oh niño, está mi escudo!

Martí, José : Poemas




Pollice verso

 

Si, yo también, desnuda la cabeza
de tocado y cabellos, y al tobillo
una cadena burda, heme arrastrado
entre un montón de sierpes, que revueltas
sobre sus vicios negros, parecían
esos gusanos de pesado vientre
y ojos viscosos, que en hedionda cuba
de pardo lodo lentos se revuelcan.
Y yo pasé, sereno entre los viles,
cual si en mis manos, como en ruego juntas,
las anchas alas púdicas, abriese
una paloma blanca. Y aún me aterro
de ver con el recuerdo lo que he visto
una vez con mis ojos. Y espantado,
póngome en pie, cual a emprender la fuga!
¡Recuerdos hay que queman la memoria!
¡Zarzal es la memoria; más la mía
es un cesto de llamas! A su lumbre
el porvenir de mi nación preveo.
Y lloro. Hay leyes en la mente, leyes
cual las del río, el mar, la piedra, el astro,
ásperas y fatales ese almendro
que con su rama oscura en flor sombrea
mi alta ventana, viene de semilla
de almendro: y ese rico globo de oro
de dulce y perfumoso jugo lleno,
y hasta el pomo ruin la daga hundida,
copa de mago que el capricho torna
en hiel para los míseros, y en férvido
tokay para el feliz. La vida es grave,
al flojo gladiador clava en la arena.
¡Alza, oh pueblo, el escudo, porque, es grave
cosa esta vida, y cada acción es culpa
que como, aro servil se lleva luego
cerrado al cuello, o premio generoso
que del futuro mal próvido libra!
¿Veis los esclavos? Como cuerpos muertos
atados en racimo, a vuestra espalda
irán vida tras vida, y con las frentes
pálidas y angustiosas, la sombría
carga en vano halaréis, hasta que el viento
de vuestra pena bárbara apiadado,
los átomos postreros evapore!
¡Oh, qué visión tremenda! ¡Oh, qué terrible
procesión de culpables! Como en llano
negro los miro, torvos, anhelosos,
sin fruta el arbolar, secos los píos
bejucos, por comarca funeraria
donde ni el sol da luz, ni el árbol sombra.
Y bogan en silencio, como en magno
océano sin agua, y ala frente
porción del universo, frase unida
a frase colosal, sierva ligada
a un carro de oro, que a los ojos mismos
de los que arrastra en rápida carrera
ocúltase en el áureo polvo, sierva
con escondidas riendas ponderosas
a la incansable Eternidad atada!
Circo la tierra es, como el romano;
y junto a cada cuna una invisible
panoplia al hombre aguarda, donde lucen,
cual daga cruel que hiere al que la blande
los vicios, y cual límpidos escudos
las virtudes: la vida es la ancha arena,
y los hombres esclavos gladiadores.
Mas el pueblo y el rey, callados miran
de grada excelsa, en la desierta sombra.
¡Pero miran! Y a aquel que en la contienda
bajó el escudo, o lo dejó de lado,
o suplicó cobarde, o abrió el pecho
laxo y servil a la enconosa daga
desde el sitial de la implacable piedra,
condenan a morir, pollice verso;
llevan, cual yugo el buey, la cuerda uncida,
y a la zaga, listado el cuerpo flaco
de hondos azotes, el montón de siervos!
¿Veis las carrozas, las ropillas blancas
risueñas y ligeras, el luciente
corcel de crin trenzada y riendas ricas,
y la albarda de plata suntuosa
prendida, y el menudo zapatillo
cárcel a un tiempo de los pies y el alma?
¡pues ved que los extraños os desdeñan
como a raza ruin, menguada y floja!

Martí, José : Poemas



Pomona

 

¡Oh ritmo de la carne, oh melodía,
oh licor vigorante, oh filtro dulce
de la hechicera forma! ¡No hay milagro
en el cuento de Lázaro, si Ceisto
llevó a su tumba una mujer hermosa!
¿Qué soy, quién es, sino Memnón en donde
toda la luz del Universo canta,
y cauce humilde en el que van revueltas
las eternas corrientes de la vida?
Iba, como arroyuelo que cansado
de regar plantas ásperas fenece,
y, de amor por el noble sol transido,
a su fuego con gozo se evapora;
iba, cual jarra que el licor ligero
en el fermento rompe,
y en silenciosos hilos abandona;
iba, cual gladiador que sin combate
del incólume escudo ampara el rostro
y el cuerpo rinde en la ignorada arena.
…¡Y súbito, las fuerzas juveniles
de un nuevo amor, el pecho rebosante
hinchan y embargan, el cansado brío
arde otra vez, y puebla el aire sano
música suave y blando olor de mieles!
Porque hasta mí los brazos olorosos
en armónico gesto alzó Pomona.

Martí, José : Poemas



Por donde abunda la malva…
Por donde abunda la malva
y da el camino un rodeo,
iba un ángel de paseo
con una cabeza calva.
Del castañar por la zona
la pareja se perdía:
la calva resplandecía
lo mismo que una corona.
Sonaba el hacha en lo espeso
y cruzó un ave volando:
pero no se sabe cuándo
se dieron el primer beso.
Era rubio el ángel; era
el de la calva radiosa,
como el tronco a que amorosa
se prende la enredadera.

Martí, José : Poemas



Sé, mujer, para mí, como paloma...
Sé, mujer, para mí, como paloma
Sin ala negra:
Bajo tus alas mi existencia amparo:
¡No la ennegrezcas! 
Cuando tus pardos ojos, claros senos
De natural grandeza,
En otro que no en mí sus rayos posan
¡Muero de pena!
Cuando miras, envuelves, cuando miras,
Acaricias y besas:
Pues ¿,cómo he de querer que a nadie mires,
Paloma de ala negra?




Martí, José : Poemas

Sed de belleza

 

Solo, estoy solo: viene el verso amigo,
Como el esposo diligente acude
De la erizada tórtola al reclamo.
Cual de los altos montes en deshielo
Por breñas y por valles en copiosos
Hilos las nieves desatadas bajan
Así por mis entrañas oprimidas
Un balsámico amor y una avaricia
Celeste, de hermosura se derraman.
Tal desde el vasto azul, sobre la tierra,
Cual si de alma de virgen la sombría
Humanidad sangrienta perfumasen,
Su luz benigna las estrellas vierten
Esposas del silencio! -y de las flores
Tal el aroma vago se levanta.
Dadme lo sumo y lo perfecto: dadme
Un dibujo de Angelo: una espada
Con puño de Cellini, más hermosa
Que las techumbres de marfil calado
Que se place en labrar Naturaleza.
El cráneo augusto dadme donde ardieron
El universo Hamlet y la furia
Tempestuosa del moro: -la manceba
India que a orillas del ameno río
Que del viejo Chichén los muros baña
A la sombra de un plátano pomposo
Y sus propios cabellos, el esbelto
Cuerpo bruñido y nítido enjugaba.
Dadme mi cielo azul…, dadme la pura,
La inefable, la plácida, la eterna
Alma de mármol que al soberbio Louvre
Dio, cual su espuma y flor, Milo famosa.



Martí, José : Poemas


Siempre que hundo la mente en libros graves…

 

Siempre que hundo la mente en libros graves
La saco con un haz de luz de aurora:
Yo percibo los hilos, la juntura,
La flor del Universo: yo pronuncio
Pronta a nacer una inmortal poesía.
No de dioses de altar ni libros viejos
No de flores de Grecia, repintadas
Con menjurjes de moda, no con rastros
De rastros, no con lívidos despojos
Se amansará de las edades muertas:
Sino de las entrañas exploradas
Del Universo, surgirá radiante
Con la luz y las gracias de la vida.
Para vencer, combatirá primero:
E inundará de luz, como la aurora.

Martí, José : Poemas

Una virgen espléndida

 

Una virgen espléndida -morada
de un sol de amor que por sus negros ojos brota-
pregunta, abraza y acaricia,
versos me pide, versos de mujeres.
¡Arrullos de paloma, murmullos de sunsunes,
suspiros de tojosas!
Yo podré, en noche ardiente,
trovando amor al pie de su ventana,
en tal aura envolverla,
con tal fuego besarla,
que al nuevo amanecer, nadie vería
en su cutis la flor que lo teñía.
¡Calla, mi amigo amor! que nadie sepa
que yo llevo en los labios la flor roja
que su mejilla cándida lucía,
y el candor, y la flor, y el frágil vaso,
mío es todo, puesto que ella es mía.
Y la madre amorosa,
de sagrado temor y amor movida,
dijérale a la pálida  ¿y la rosa
de tu mejilla fresca dónde es ida?



Martí, José : Poemas

Vino el amor mental: ese enfermizo…

 

Vino el amor mental: ese enfermizo
Febril, informe, falso amor primero,
¡Ansia de amar que se consagra a un rizo,
Como, si a tiempo pasa, al bravo acero!
Vino el amor social: ese alevoso
Puñal de mango de oro oculto en flores
Que donde clava, infama: ese espantoso
Amor de azar, preñado de dolores.
Vino el amor del corazón: el vago
Y perfumado amor, que al alma asoma
Como el que en bosque duerme, eterno lago,
La que el vuelo aún no alzó, blanca paloma.
Y la púdica lira, al beso ardiente
Blanda jamás, rebosa a esta delicia,
Como entraña de flor, que al alba siente
De la luz no tocada la caricia.

Martí, José : Poemas


Y  te busqué por pueblos…

 Y te busqué por pueblos, 

Y te busqué en las nubes, 

Y para hallar tu alma, 

Muchos lirios abrí, lirios azules. 

Y los tristes llorando me dijeron: 

¡Oh, qué dolor tan vivo! 

¡Que tu alma ha mucho tiempo que vivía 

En un lirio amarillo! 

Mas dime ¿cómo ha sido? 

¿Yo mi alma en mi pecho no tenía? 

Ayer te he conocido, 

Y el alma que aquí tengo no es la mía.


Martí, José : Poemas



HOJA DE VIDA POR RICARDO GONZÁLEZ VIGIL

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