martes, diciembre 04, 2018

HOMBRE AMARILLO POR FANNY JEM WONG


MI OJO TIENE SUS RAZONES


Creo que mi ojo tiene un arbitrario criterio de selección.
Obviamente hubo más paisaje alrededor,

imposible que sólo fuéramos ella y yo en el rompeolas.
Soy de repeticiones, como todos. Entonces puedo suponer que
si hubo niebla

le dije: botes en la bruma pueden ser sólo reflejos, espejismos,

y le mencioné el antiguo haiku de Harumi:

 “Entre la niebla
 toco el esfumado bote.
 Luego me embarco".
Si hubo sol

le tomé fotografías con el hueco de la mano y acaso la azoré
diciéndole: posa con los senos hacia el viento.
Si pasaron gaviotas y ella las admiró, le recordé
que eran aves carniceras y que únicamente su feo canto es honesto.
Mi ojo todo lo veía, no descartaba nada.
Entramos en el mar por el rompeolas de rocas cortadas.
Sobre una roca saliente ella recogió su falda

 y deslizó sus pies hacia el agua.
Sus muslos desnudos hallaron comodidad en la piedra.

Era particularmente raro

el contraste de su muslo blanco contra la roca gris:
su muslo era viviente como un animal dormido en el invierno,
la roca era demasiado corpórea y definitiva.
 
Hubiera querido inscribir mi poema en todo el paisaje,
pero mi ojo, arbitrariamente, lo ha excluido
y sólo vuelve con obsesiva precisión

a aquel bello y extremo problema de texturas

 el muslo
 contra la roca.
El huso de la palabra (1989)

intestino

 (homenaje a J.E. Eielson)
Qué hace ese intestino
Dormido en una cama
Recogido
Como un animal rosado


Sueña que sale del cuarto
Después de la lluvia
Por la ventana dorada


Se estira y curva
En el horizonte
Como un arco iris
Multicolor por supuesto


En los lejanos extremos
Ollas de barro
Repletas de monedas de oro
Oro del que amanece solo
Y con borborigmos
Oro de pobre
Mierda.

 

Nuestra leona

Sé que el sol va y viene, inquieto, husmeándome
entre los cañaverales.
Sé que se demora en el cénit mirando ansiosamente el valle.
El sol era nuestra leona.
Una imagen, aún de humilde imaginación verbal como ésta,
va a la mente
y le pide que condescienda
con el poeta. Es el trato.
Esta vez no, esta vez sólo pido vuestra mirada inmediata
y literal:
¿Quién, tan esbelto, salta de la ventana a mi tarima
y me levanta de la nuca con sus suaves fauces
y me lleva al río
si no es el sol?
El sol era nuestra leona.
Un aliento cálido me envuelve siendo aquí, en Baja Sajonia,
invierno:
es la imagen creando su espacio en mi cuerpo enfermo,
es el sol que me husmea como a hijo falto,
allá en el norte de mi país,
donde me enseñó a caminar obligándome con el hocico.


El inocente

 Bien voluntarioso es el sol
en los arenales de Chicama.
Anuda, pues, las cuatro puntas del pañuelo sobre tu cabeza
y anda tras la lagartija inútil
entre esos árboles ya muertos por la sollama.
De delicadezas, la del sol la más cruel
que consume árboles y lagartijas respetando su cáscara.
Fija en tu memoria esa enseñanza del paisaje,
y esta otra:
de cuando acercaste al árbol reseco un fosforito trivial
y ardió demasiado súbito y desmedido
como si fuera de pólvora.
No te culpes, quien iba a calcular tamaño estropicio!
Y acepta: el fuego ya estaba allí,
tenso y contenido bajo la corteza,
esperando tu gesto trivial, tu mataperrada.
Recuerda, pues, ese repentino estrago (su intraducible belleza)
sin arrepentimientos
porque fuiste tú, pero tampoco.
Así
en todo.


Sala de disección

 Un cadáver puede provocar una filosofía del ensimismamiento,
sin embargo los estudiantes admirablemente
estaban entusiasmados con su muerto,
lo rodeaban
y discutían con fervor la anatomía de ese cuerpo de piel coriácea.
Yo aprendía otra lección:
la vida y la muerte no se meditan en una mesa de disección.
Los estudiantes me previnieron
que iban a extraer el cerebro. Permanecí con ellos:
a veces soporto lo siniestro sin perturbarme demasiado.
No hay sofisticación instrumental para retirar un cerebro,
una modesta sierra de carpintero
cortó el cráneo a la altura de las sienes,
luego sumergieron el órgano mítico en un frasco lleno de formol.
Yo me dediqué a observarlo, solo, en otra mesa
mientras los estudiantes seguían cotejando su denso libro con el muerto.
Sorpresivamente
una burbuja brillante brotó del interior del cerebro
como un mensaje venido de la otra margen,
y no había boca que lo pronunciara.
No había boca.
La burbuja, muda, se deshizo en ese aire levemente podrido.


De la poesía

 El niño entró en la sombra de su árbol de extramuros
donde dejaba diariamente sus quehaceres de intestino.
Y si otro niño en árbol vecino se acuclillaba
y se aliviaba
brotaba entre ambos
la honrosa complicidad en la depuración
del buen animal.

Esta vez, sin embargo,
una visión suspende al niño, lo fija
con estupor
bajo su árbol:
En medio de una anterior limpieza
crecía
Y lo estremeció la imaginación del viaje
de la pequeña menestra
a lo largo de su cuerpo, su recorrido indemne,
incontaminado
y defendiendo
en su íntimo y delicado centro
el embrión vivo.
Y en la memoria del niño,
con difícil contento,
comenzó a elevarse para siempre
la planta mínima, tu principio, tu verde banderita,
poesía.


El maestro de kung fu

 Un cuerpo viejo pero trabajado para la pelea

madruga y danza
frente a los arenales de Barranco
Se mueve como dibujando
una rúbrica antigua, con esa gracia, y
sin embargo, está hiriendo, buscando el punto
de muerte
de su enemigo, el aire no, un invisible
de mil años.
Su enemigo ataca con movimientos de animales
agresivos
y el maestro los replica
en su carne: tigre, águila o serpiente van sucediéndose
en la infinita coreografía
de evitamientos y desplantes.
Ninguno vence nunca, ni él ni él,
y mañana volverán a enfrentarse.
-Usted ha supuesto que yo creo a mi adversario
cuando danzo- me dice el maestro.
Y niega, muy chino, y sólo dice: él me hace danzar a mí.




El guardián del hielo

 Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.

Oh cuidar lo fugaz bajo el sol...

El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil.
Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.

No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
yo soy el guardián del hielo.


 Animal de invierno

Otra vez es tiempo de ir a la montaña
a buscar una cueva para hibernar.

Voy sin mentirme: la montaña no es madre, sus cuevas
son como huevos vacíos donde recojo mi carne
y olvido.
Nuevamente veré en las faldas del macizo
vetas minerales como nervios petrificados, tal vez
en tiempos remotos fueron recorridos
por escalofríos de criatura viva.
Hoy, después de millones de años, la montaña
está fuera del tiempo, y no sabe
cómo es nuestra vida
ni cómo acaba.

Allí está, hermosa e inocente entre la neblina, y yo entro
en su perfecta indiferencia
y me ovillo entregado a la idea de ser de otra sustancia.

He venido por enésima vez a fingir mi resurrección.
En este mundo pétreo
nadie se alegrará con mi despertar. Estaré yo solo
y me tocaré
y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña
sabré
que aún no soy la montaña.





José Watanabe nació en Laredo (Perú) en 1946 y es considerado como uno de los autores con una de las obras poéticas más bellas de toda la poesía de ese país.

Su padre era de origen japonés y su madre peruana, y la fusión de ambas culturas, absolutamente diversas, fue fundamental en su formación.

En 1970 ganó el concurso "Joven poeta del Perú", el cual fue decisivo para marcar el rumbo que tomaría la vida de este singular poeta. Cabe mencionar que dicho certamen había sido conquistado previamente por escritores de la talla de Javier Heraud y César Calvo.

En la obra de Watanabe se percibe una cercanía con la brevedad y sabiduría de los haikus, una tendencia hacia la belleza de la versificación oral y una fuerza poderosa que permite que dicha poesía sea sumamente influyente en las nuevas generaciones.

Algunas de sus obras más conocidas son "Álbum de familia", "El huso de la palabra" y "El guardián del hielo". Esta última es posiblemente su obra más destacada, por la cual ganó el premio Lezama Lima de Casa de las Américas. Puedes leer algunas de sus poesías como "El inocente", "El maestro de kung fu" y "De la poesía".
 
 

 
CANCIÓN
 
La señorita Esther H.
en el camino solitario, excepto

algún zorro, me pidió que no la mirara, que

me volteara

porque iba a rociar el mundo. Yo escuché entonces

a mis espaldas

ese sonido sibilante de sus aguas entre las piedras.
Pichi de mujer
no es pichi de hombre, supe. Pichi de mujer

se expande y se hace atmósfera, marejada

concupiscente

que ese día envolvió también al caballo, al buey que labraba,

a mi perro colero

y a cuanto macho que respiraba a la redonda.
La señorita Esther H. era mi maestra rural.
Ella dilató por primera vez la nariz

de mi corazón.
Una arbitrariedad de niño
sospechó su reconditez como fruta de rápido zumo.

Unas veces naranja, otras ciruela de Chile.

En la escuela rural sabíamos poco

pero sospechábamos mucho.
Cosas del cuerpo (1999)
 
 

 
 
HOMBRE AMARILLO
Solo vas un paso adelante
vuela raudo, Hombre Amarillo
alcanza los bosques de maduros cerezos
descansa al fin bajo sus sombras

FANNY JEM WONG
28.04.07

En memoria de José Watanabe.
El Perú llora a uno de sus hijos

 

 
 
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sol negro: Recuerdo de José Watanabe
Muere el polifacético Poeta Peruano José Watanabe

El artista, declarado el mejor Poeta Joven del Perú, falleció a los 61 años por enfermedades neoplásicas; escribió siete poemarios entre los que figuran El huso de la palabra y Antígona
EFE
El Universal
Lima, Perú
Jueves 26 de abril de 2007

19:00 El poeta peruano José Watanabe, de 61 años, galardonado en 1971 por su primera obra "Álbum de Familia" , falleció a consecuencia de un cáncer ayer en el Hospital de Enfermedades Neoplásicas de Lima, informaron hoy medios locales.

Después de ser declarado el mejor Poeta Joven del Perú a los 25 años, Watanabe escribió otros siete poemarios entre los que figuran "El huso de la palabra" , "Antígona" y el último "Banderas detrás de la niebla" en 2006.

Su poemario "La piedra alada" fue publicado en 2005 con gran éxito en las librerías de España por la editorial Pre-textos y en los últimos años estaba a cargo de una colección juvenil de la editorial Peisa.

El escritor, de padre japonés y madre peruana, nació en la norteña localidad de Laredo en 1946 y heredó de su progenitor la afición por los libros y el arte.

Estudió en la Escuela de Bellas Artes de la ciudad de Trujillo y también siguió la carrera de arquitectura en la Universidad Nacional Federico Villareal de Lima.

Posteriormente, dirigió el programa de televisión infantil "La casa de cartón" , en la década de los años 70, y escribió guiones de televisión y de cine, medios en los que también ejerció como director de arte.

Son suyos los guiones de las películas "Maruja en el infierno" y "La ciudad y los perros" , basada en la novela homónima de Mario Vargas Llosa y dirigida por Francisco Lombardi.

Casado con la poetisa Micaela Chirif y padre de tres hijas, Watanabe destacó irónicamente por su perfil bajo en una generación literaria dada "bastante al aspaviento" , según comentó con Efe el poeta y conductor de televisión Iván Thays.

Watanabe poseía "una sabiduría entre rural y filosófica" por herencia familiar y una inmensa curiosidad por todos los temas, que lo llevaron a trabajar con minuciosidad en los escritos que hizo para la televisión y el cine, agregó Thays.

No en vano sus amigos calificaban al vate peruano como un auténtico "estuche de monerías" porque no había tema que desconociera y sorprendía a sus allegados al pasar con naturalidad del arte a la ingeniería.

En una de sus últimas entrevistas -al diario La República en 2004-, Watanabe dijo que el futuro le inspiraba temor porque "no tengo nada, como muchos poetas o cualquier peruano" .

"No tengo fortuna, no tengo un trabajo seguro, no soy asegurado y ya se acerca la edad, la vejez" , comentó en tono irónico al matutino limeño.

No obstante, el deceso lo sorprendió en medio de una frenética temporada de viajes de trabajo a Europa y cuando trabajaba en talleres literarios como el que se vio obligado a suspender hace un mes por su repentino internamiento en el hospital.

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