CLARICE LISPECTOR TANTA MANSEDUMBRE (TRAD. CRISTINA PERI ROSSI) |
CLARICE LISPECTOR
TANTA MANSEDUMBRE (TRAD. CRISTINA PERI ROSSI)
Pues
en la hora oscura, tal vez la más oscura, en pleno día, ocurrió esa
cosa que no quiero siquiera intentar definir. En pleno día era noche, y
esa cosa que no quiero todavía definir es una luz tranquila dentro de
mí, y la llamaría alegría, alegría mansa. Estoy un poco desorientada
como si me hubieran arrancado el corazón, y en lugar de él estuviera
ahora la súbita ausencia, una ausencia casi palpable de lo que antes era
un órgano bañado de oscuridad, de dolor. No estoy sintiendo nada. Pero
es lo contrario del sopor. Es un modo más leve y más silencioso de
existir.
Pero también estoy inquieta. Yo estaba organizada para
consolarme de la angustia y del dolor. Pero cómo es que me arreglo con
esa simple y tranquila alegría. Es que no estoy acostumbrada a no
necesitar de mi propio consuelo. La palabra consuelo me llegó sin
sentir, y no lo noté, y cuando fui a buscarla, ella se había
transformado ya en carne y espíritu, ya no existía más como pensamiento.
Voy
entonces a la ventana, está lloviendo mucho. Por hábito estoy buscando
en la lluvia lo que en otro momento me serviría de consuelo. Pero no
tengo dolor que consolar.
Ah, lo sé. Ahora estoy buscando en la
lluvia una alegría tan grande que se torne aguda, y que me ponga en
contacto con una agudeza que se parezca a la agudeza del dolor. Pero es
una búsqueda inútil. Estoy frente a la ventana y sólo ocurre eso: veo
con ojos benéficos la lluvia, y la lluvia me ve de acuerdo conmigo.
Ambas estamos ocupadas en fluir. ¿Cuánto durará mi estado? Percibo que,
con esta pregunta, estoy palpando mi pulso para sentir dónde está el
latir dolorido de antes. Y veo que no está el latido de dolor.
Sólo
eso: llueve y estoy mirando la lluvia. Qué simplicidad. Nunca creí que
el mundo y yo llegáramos a este punto de acuerdo. La lluvia cae no
porque me necesite, y yo la miro no porque necesite de ella. Pero
nosotras estamos tan juntas como el agua de lluvia está ligada a la
lluvia. Y no estoy agradeciendo nada. Si, después de nacer, no hubiera
tomado involuntaria y forzadamente el camino que tomé, yo habría sido
siempre lo que realmente estoy siendo: una campesina que está en un
campo donde llueve. Sin siquiera dar las gracias a Dios o a la
naturaleza. La lluvia tampoco da las gracias. No hay nada que agradecer
por haberse transformado en otra. Soy una mujer, soy una persona, soy
una atención, soy un cuerpo mirando por la ventana. Del mismo modo, la
lluvia no está agradecida por no ser una piedra. Ella es la lluvia. Tal
vez sea eso lo que se podría llamar estar vivo. No es más que esto, sólo
esto: vivo. Y sólo vivo de una alegría mansa.
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De mis manos brotarán
amapolas rojas como la sangre.
Así, quizás mi poesía sea eterna.
MI POESÍA SOY YO
FANNY JEM WONG M
LIMA - PERÚ