sábado, junio 25, 2016

PRIMERA INSTANCIA FOTOGRÁFICA DE LA FAMILIA POR ARTURO CORCUERA



PRIMERA INSTANCIA FOTOGRÁFICA DE LA FAMILIA POR ARTURO CORCUERA

En fila india. Ahí está mi madre en la foto con su escalera de hijos como una hermana más. Esbelta, esdulce, esbella. Una leve sonrisa la muestra satisfecha y orgullosa de poblar de buenos hijos el planeta. 

Somos siete en hilera y nadie hubiera dudado en apostar que seríamos nueve. Ahí está mi madre, doña Ana María Osores Amoretti, con su traje sastre marrón jaspeado, dispuesta a desafiar los sinsabores de la crianza en un pueblo de la sierra del Perú, a dos mil seiscientos metros de altura y de bajos salarios. 

De calles empedradas como la vida. De acequias veloces por donde se escabulle peatona la lluvia. Con su iglesia y su plaza de toros (toros bravos, los expedientes que libraba mi padre en su despacho de Juez de Primera Instancia).
 

Pueblo donde la gente se endulza con huiros y yacones y se arrulla en las fiestas con las oraciones del patrón San Mateo, santo que fue expulsado de una iglesia de Lima por haber dejado de hacer Milagros. Los fieles en su cofradía por deberle al santo  carecen de indulgencias. 


En la foto aparecemos siete hermanos: María Caridad Corcuera Osores (Maruja), Oscar Daniel, Ana Teresa (la Ñata), Zoila Elisa (la chula), Carlos Fernando (el Coco), Nelly Rosinda y yo, Daniel Arturo (el Chisco) sosteniendo una rosa blanca en la mano, señal de buen augurio. La rosa después se haría Rosi, una dama castellana que conocería con el tiempo a orillas del Tormes. 

Al pequeñín que fui le duró poco el reinado: vendrían casi enseguida, con su pan bajo el brazo, Ana María y Consuelo Esperanza, el conchito de la familia. Será consuelo y esperanza en mi vejez, diría mi padre.

Los padres ya no están. Papá, a quien ya superé en edad, murió de insuficiencia renal, invadido por la urea. Mamá, de un tumor al páncreas, amarila como bañada el oro. Y la historia de cada uno de nosotros es muy simple, con hijos y nietos, adeudos y retribuciones, como la de cualquier familia provinciana, honrada y decente, respirando sin remedio el humo capital.


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