EL PUMA HILDEBRANDO POR MARCO MARTOS
El puma Hildebrando nació en las altas cordilleras de Perú,
y bajó con los ríos a las playas llenas de arrecifes, a orillas del mar.
Pensaba siempre en los países lejanos y viajó como asesor de un circo
por toda la América Latina, aunque no llegó a la China y al Japón,
países con los que soñaba despierto en sus noches de insomnio.
Para un puma nacido entre las nieves, bañarse en las aguas del mar Caribe
es algo increíble, lo más parecido a la felicidad. Ahí quería quedarse,
con los delfines y tiburones en curiosa amistad. Iba y venía entre Lima
y la Habana, tanto que llegó a confundirse y no sabía de qué aeropuerto partía
y a cuál aeropuerto llegaba, solo sabía que los blancos hielos que llevaba en el corazón,
se hacían fuegos eternos con el mar, bajo la luz del sol.
Una vez un ministro de estado cubano, le dijo en el aeropuerto de la capital:
-Puma compañero, sé que usted siempre viaja al Perú.
-No sé si estoy entrando o saliendo, viajo sin cesar.
Pero cuando volvía a las cumbres más altas de la cordillera de los Andes,
en el centro del Perú, derramaba lágrimas de alegría,
cogía su guitarra y arrancaba a cantar con voz melodiosa,
rara en los pumas hoscos, siempre dispuestos a la lucha feroz:
Manzanita, señorita,
mañana nos fugaremos,
burlando a la autoridad.
El puma Hildebrando nació en las altas cordilleras de Perú,
y bajó con los ríos a las playas llenas de arrecifes, a orillas del mar.
Pensaba siempre en los países lejanos y viajó como asesor de un circo
por toda la América Latina, aunque no llegó a la China y al Japón,
países con los que soñaba despierto en sus noches de insomnio.
Para un puma nacido entre las nieves, bañarse en las aguas del mar Caribe
es algo increíble, lo más parecido a la felicidad. Ahí quería quedarse,
con los delfines y tiburones en curiosa amistad. Iba y venía entre Lima
y la Habana, tanto que llegó a confundirse y no sabía de qué aeropuerto partía
y a cuál aeropuerto llegaba, solo sabía que los blancos hielos que llevaba en el corazón,
se hacían fuegos eternos con el mar, bajo la luz del sol.
Una vez un ministro de estado cubano, le dijo en el aeropuerto de la capital:
-Puma compañero, sé que usted siempre viaja al Perú.
-No sé si estoy entrando o saliendo, viajo sin cesar.
Pero cuando volvía a las cumbres más altas de la cordillera de los Andes,
en el centro del Perú, derramaba lágrimas de alegría,
cogía su guitarra y arrancaba a cantar con voz melodiosa,
rara en los pumas hoscos, siempre dispuestos a la lucha feroz:
Manzanita, señorita,
mañana nos fugaremos,
burlando a la autoridad.
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De mis manos brotarán
amapolas rojas como la sangre.
Así, quizás mi poesía sea eterna.
MI POESÍA SOY YO
FANNY JEM WONG M
LIMA - PERÚ