Zhuangzi

La felicidad verdadera solo se encuentra en la mente sin restricciones. Zhuangzi

domingo, octubre 11, 2020

Cintio Virier Poeta, ensayista, narrador y crítico cubano

Cintio Virier Poeta, ensayista, narrador y crítico cubano

Cintio Virier

Poeta, ensayista, narrador y crítico cubano nacido en Cayo Hueso, Florida, en 1921. Doctorado en Leyes, ha ocupado importantes cátedras en la Escuela Normal para Maestros de La Habana y en la Universidad Central de Las Villas. Es Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana,de la Universidad Central de Las Villas y de la Universidad Soka de Japón. Su poesía descrita por él mismo como "el testimonio de un silencio que ha querido expresarse", constituyeun valioso aporte a las letras hispanas. «La voz arrasadora», «Examen del maniqueo» «Compromiso»y «Torre de marfil, son algunas de sus mejores piezas poéticas.Obtuvo numerosas distinciones entre las que sobresalen: el Premio Nacional de Literatura en 1988,el Premio Juan Rulfo en el año 2002, el título de Oficial de Artes y Letras de Francia y la medalla de la Academia de Ciencias de Cuba.Falleció el 1° de octubre de 2009.
 
Cintio Virier Poeta, ensayista, narrador y crítico cubano
 
Otro 
 
El otro, por dentro,
afuera, entre, despertando olvido.
Voy y vengo, descompuesto,
juguete de imán profundo, niño.
Otro. Nunca estamos juntos. ί. 
 
 
Cintio Virier Poeta, ensayista, narrador y crítico cubano

La obra...
 
Mientras más guardo en mis despensas,
soy más menesteroso,
siempre ante el mismo muro,
de nada me han servido l
as lámparas que encendí. E
s de noche. Estoy solo.
Las estancias aun tibias del festejo desiertas,
ni un gesto, ni una sílaba,
ni un aroma, podrían ayudarme.
Tengo que hacerlo todo otra vez,
de la raíz para encontrar al cabo
que no poseo nada, que el pabellón oscuro
se inclina a la intemperie. 
 
Cintio Virier Poeta, ensayista, narrador y crítico cubano

 
Palabras de Nicodemo San Juan, 3 
 
Él me dijo que era preciso renacer,
y yo le dije: ¿cómo? ¿a mis años puede un hombre
volver a entrar en el vientre de su madre?
Yo sentía mi rostro como una página escrita
en el viento y en la sombra que hacían temblar
nuestros cabellos y nuestras simples vestiduras.
Las hojas también temblaban levemente,
con un sonido áspero y dulce,
acariciando los mediodías en el patio de la infancia.
Y él me dijo, y sus palabras no parecían
estar saliendo de sus labios -¿tal vez
porque la sombra los cubría,
o porque era tan ardiente su mirada?-:
Oye, tienes que renacer en el agua y el espíritu,
y hacerte del espíritu, si quieres entrar en el Reino...
Todo era como un encuentro casual
y lejanísimo de dos amigos,
y él estuvo hablando todavía un rato,
y yo sentí de pronto que me hablaba
con cierta dureza, como reprendiéndome,
y después nos separamos silenciosamente.
Pero ahora estoy oyendo sus palabras de otro modo,
como si hubieran pasado por el agua de mi sueño
y gotearan en la luz de la mañana,
en la blanca bocanada de la luz, en las mañanas de mi infancia,
repitiéndome: si crees en mí, si vuelves a nacer
en el agua y el espíritu, si te haces del espíritu...
Los niños pasan gritando por la ciudad vacía…
 
 
Cintio Virier Poeta, ensayista, narrador y crítico cubano

Trabajo 
 
Esto hicieron otros mejores
que tú durante siglos.
De ellos dependía tu sensación
de libertad tu camisa limpia y el ocio
de tus lecturas y escrituras.
De ellos depende todo lo que te parecía natural
como ir al cine o estar triste, levemente.
Lo natural, sin embargo,
es el fango, el sudor, el excremento.
A partir de ahí, comienza la epopeya,
que no es sólo un asunto de héroes deslumbrantes,
sino también de oscuros héroes, suelo de tus pisadas,
página donde se escriben las palabras.
Deja las palabras, prueba un poco
lo que ellos hicieron, hacen,
seguirán haciendo para que seas:
ellos, los sumidos en la necesidad y la gravitación,
los molidos por los soles implacables
para que tu pan siempre esté fresco,
los atados al poste férreo de la monotonía
para que puedas barajar todos los temas,
los mutilados por un mecánico gesto
infinitamente repetido para que puedas
hacer lo que te plazca con tu alma y con tu cuerpo.
Redúcete como ellos. Paladea el horno, come fatiga.
Entra un poco, siquiera sea clandestinamente,
en el terrible reino de los sustentadores de la vida.

 

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