Zhuangzi

La felicidad verdadera solo se encuentra en la mente sin restricciones. Zhuangzi

viernes, mayo 10, 2019

POEMAS Y OTROS DATOS INTERESANTES SOBRE JOSÉ WATANABE

 


Watanabe, José

Poeta y dramaturgo peruano nacido en Laredo, Trujillo en 1946.
Hijo de un inmigrante japonés y una campesina de la sierra peruana, recibió la enseñanza básica en su pueblo natal, trasladándose luego a Lima donde inició estudios de Arquitectura. Después de algunos semestres interrumpió la carrera para dedicarse de lleno al ejercicio literario.
 
Por su primera publicación, “Album de familia”, publicada en 1971, recibió el premio Poeta joven del Perú. Su segundo libro, “El huso de la palabra”, sólo apareció en 1989 y lo consagró como uno de los poetas más importantes de la poesía peruana contemporánea.
 
Parte de su obra está contenida en publicaciones tan importantes como, “Cosas del cuerpo” 1999, “El guardián del hielo” 2000, galardonado con el premio Lezama Lima de Casa de las Américas, “Elogio del refrenamiento” 2003, “La piedra alada” 2005 y “Banderas detrás de la niebla” 2006. Se destacó además como guionista para cine y teatro.
Falleció en Lima en abril de 2007
 
 

 
TROCHA ENTRE LOS CAÑAVERALES
Caminas la trocha de los cañaverales,
reverbera unánime el color verde.
El mundo es solar y verde.
La vaca que pasa tocando su cencerro
y el muchacho que la sigue con una pértiga
pierden su color y se pliegan al verde.
Pero hay una piedra gris que se resiste, que rechaza
el verde universal.
En esa piedra los braceros afilan sus machetes,
a las 5 de la tarde, exhaustos, hambrientos
y con el rostro tiznado por la ceniza de la caña.
Dale entonces la razón al juicioso chotacabras
que emerge volando de los cañaverales
y te amonesta:
“Aquí no, tu dulce égloga aquí no”.

El huso de la palabra (1989)





RESPONSO ANTE EL CADÁVER DE MI MADRE

A este cadáver le falta alegría.
Qué culpa tan inmensa
cuando a un cadáver le falta alegría.
Uno quiere traerle algo radiante o gustoso (yo recuerdo
su felicidad de anciana comiendo un bife tierno),
pero Dora aún no regresa del mercado.

A este cadáver le falta alegría,
¿alguna alegría aún puede entrar en su alma
que está tendida sobre sus órganos de polvo?

Qué inútiles somos
ante un cadáver que se va tan desolado.
Ya no podemos enmendar nada. ¿Alguien guarda todavía
esas diminutas manzanas de pobre
que ella confitaba y en sus manos obsequiosas
parecían venidas de un árbol espléndido?

Ya se está yendo con su anillo de viuda.
Ya se está yendo, y no le prometas nada:
le provocarás una frase sarcástica
y lapidaria que, como siempre, te dejará hecho un idiota.

Ya se está yendo com su costumbre de ir bailando
por el camino
para mecer al hijo que llevaba a la espalda.
Once hijos, Señora Coneja, y ninguno sabe qué diablos hacer
para que su cadáver tenga alegria.


 
IMITACIÓN DE MATSUO BASHO 
 
Fuimos rebeldes y audaces. Yo la convencí de la nueva moral que ni aun yo tenía, y huimos sin ceremonia ni con­sentimiento. Ella trepó ágilmente a la grupa de mi caballo y así cabalgamos hasta las primeras estribaciones de la sierra. Bordeábamos los poblados y con ramas desgajadas íbamos cubriendo nuestras huellas. Nos detuvimos en una aldea cuyo nombre alude a la contemplada limpidez del río que la atraviesa.

Había clara luz de tarde cuando el posadero nos abrió la pesada puerta de palo. A pesar de reconocer en él a un hombre sin suspicacias, le mentimos nuestros nombres. Le encargué una buena habitación para nosotros y cuidados para nuestro caballo. Ella, azarada y hambrienta, mordía a mi lado una manzana.

El cuarto era blanco y olía a resinas de eucalipto. Aunque ofrecido con excesiva modestia por el posadero, allí hallamos seguridad. Desde el pie de nuestra ventana los trigales ascendían hasta las faldas riscosas donde pastaban los animales del monte. Las cabras se perseguían con alegre lascivia y se emparejaban equilibrando peligrosamente sobre las agujas rocosas. Ella cerró la ventana y yo empecé por desatar su largo cabello.

Fuimos rebeldes y audaces. Sin embargo, ahora nos perdonan nuestras famílias y nos perdonamos nosotros mismos. Nuestro hogar ha sido tardíamente consagrado. Eso es todo. Nunca traicioné otras grandes verdades porque quizá no las tuve, excepto el amor que me hizo edificar una casa, excepto el amor que nunca debió edificar una casa.

A veces pienso cabalgar nuevamente hasta esa posada para colgar en su puerta estos versos: 
 
 
En la cima del risco
retozan el cabrío y su cabra. 
abajo, el abismo.
**********************


Cuestión de fe

 
¿Cómo sería la luz de la madrugada
en que Abraham, el hombre de la cerrada fe,
subió al monte Moriah
llevando de la mano a su unigénito Isaac?

Tiene que haber sido una luz hondamente azul
como la de este amanecer: en aquel azul
Abraham imaginaba
la vibrante sangre de su hijo en el cuchillo.

La sangre vibra más en el azul.
Lo sé porque mi piel, de tan sola ahora,
segrega sangre en la palma de mi mano:
el primer milagro de mi día, o castigo,
por haber querido subir la cuesta de la montaña
con una muchacha (más hija que esposa).

Ella, al primer sol, huyó asustada,
me negó
su joven cuerpo para el sacrificio
y yo no pude demostrarle
mi fe neurótica a Dios.





COMO SI ESTUVIERA DEBAJO DE UN ÁRBOL

En otro lado esta muchacha tendría hermosas piernas
y yo abriría las manos midiendo en el aire su cadera
o pensaría algo impúdico y bello para nombrar sus senos.
Esta muchacha taquígrafa mecanógrafa de buena presencia
no me sonríe ni canta, pero debiera.
Vive ocho horas diarias frente a mí sentada sola y lejana
lejana en una larga perspectiva sobrevolada por estantes y escritorios y palomas fijadas en el aire y una ventana que distorsiona su propio marco y ella más sola y lejana cada vez.
Oh, yo no
soy surrealista
soy empleado
y esta muchacha archiva mi oficio y beneficio, mi nombre que flota como un globo entre los conserjes y los doctores. A la hora del refrigerio ella abre su lonchera y dispone sobre el escritorio su alimentación de pájaro
como si estuviera debajo de un árbol. Esta muchacha,
como si estuviera debajo de un árbol debiera cantar
y yo debiera ser galante con el suave color de sus mejillas.
 





El lenguado
 
Soy
lo gris contra lo gris. Mi vida
depende de copiar incansablemente
el color de la arena,
pero ese truco sutil
que me permite comer y burlar enemigos
me ha deformado. He perdido la simetría
de los animales bellos, mis ojos
y mis narices
han virado hacia un mismo lado del rostro. Soy
un pequeño monstruo invisible
tendido siempre sobre el lecho del mar.
Las breves anchovetas que pasan a mi lado
creen que las devora
una agitación de arena
y los grandes depredadores me rozan sin percibir
mi miedo. El miedo circulará siempre en mi cuerpo
como otra sangre. Mi cuerpo no es mucho. Soy
una palada de órganos enterrados en la arena
y los bordes imperceptibles de mi carne
no están muy lejos.
A veces sueño que me expando
y ondulo como una llanura, sereno y sin miedo, y más grande
que los más grandes. Yo soy entonces
toda la arena, todo el vasto fondo marino.






El vado

 
Si vas por la playa donde se vadea el río
verás,
plantadas en el limo,
largas varas de eucalipto. Están allí
para los caminantes que van a la otra ribera.
Una será tu cayado:
con ella tantearás, sin riesgo, un camino
entre las aguas turbias
y las piedras de resbaloso musgo.

Cuida de dejar hundida la vara
con gratitud
en la otra orilla: otro viene:
acaso mi padre
que en las tierras amarillas busca sandías silvestres,
acaso yo
que regreso, retrasado y viejo,
mirando ansioso mi pueblo que tras el río
ondula o se difumina en el vaho solar.
Allí,
según costumbre, sembraron mi ombligo
entre la juntura de dos adobes
para que yo tuviera patria.

Deja el cayado clavado en el limo.





Fábula

 
EN el cauce del río seco
una espigada yegua orina sobre un sapo agradecido.
Yo, que voy de paso, sonrío y recuerdo
una antigua ley de compensaciones
de la magia: más feo el sapo
más bello y deslumbrante el príncipe.

Ay, pero la abundante orina de la yegua no es amor
y, aunque amorosamente regada,
no rompe los hechizos más perversos:
es sólo un poco de agua ácida en esta sequedad solar.

La yegua se aleja trotando aliviada, moviendo
las ancas
como una muchacha. Yo voy por los espinos resecos
recordando al sapo:
el pobre no tenía encantamiento
y se quedó solo
y soportando su fealdad inmutable
y ahora meada.








REFULGE OTRA VEZ EL SOL

Refulge otra vez el sol sobre el río, siéntate en la hierba con espíritu tranquilo y mira a los muchachos bañarse y reír. Acepta estrictamente esta visión.

(Has mirado tu sombra desde el puente
y te ha extrañado
que no tuerza hacia la comente).

Tú también te bañaste aquí
y entonces el río era igualmente sucio, dejaba
estrías de barro en las comisuras de la boca
donde se formaba esa risa gratuita, risa
sólo por estar allí, zambulléndose
y emergiendo con un único conocimiento,
el de las cualidades tangibles del agua.
Ese era el sentido de la risa.
Acepta estrictamente ese sentido y declina
la especulación poética. Porque es tu verso opaco
contra tu brillante alegría de muchacho.





La boca

 
En la encañada
había piedras como huesos de un animal prehistórico
que se desbarató
antes de alcanzar nuestro valle.

Un gran cráneo
quedó detenido en la pendiente con la boca abierta
y el resto del cuerpo se dispersó hacia el río.

Yo trepaba la pendiente
y me detenía frente a esa boca, una oquedad
donde el viento se huracanaba,
y escuchaba
murmullos, palabras que se formaban a medias
y luego, sin decir nada, se diluían.

Nunca hubo una frase clara. La boca
como un oráculo piadoso
trababa sus propias frases ante el niño:
lo sé ahora
y le agradezco la vida ciega.






La jovencita

 
El algarrobo se inclina como una nube verde
sobre la única bodega del pueblo.
Detrás del mostrador humilde
una grácil jovencita lleva nuestra mirada
a un tiempo sin malicia.

Tiene el cabello recortado
como un muchachito travieso. El próximo año
tendrá la cabellera larga. El cuerpo
sobrecoge de tan puntual y prolijo: cumplirá
con el crecimiento de cada uno de sus cabellos
y hará sonar una música
menos inocente.

Mientras tanto, ella guarda sus negros mechones
en un frasco de vidrio
junto a los caramelos y gomas de menta.
Eso es siniestro, pequeña.
Tú, tan vivaz, hija
del solcito que venimos a buscar,
no deberías guardar nada muerto. No es justo
para los que ahora te miramos
como agüita de yerba para el desasosiego.








EL ANÓNIMO (ALGUIEN, ANTES DE NEWTON)


Desde la cornisa de la montaña
dejo caer suavemente una piedra hacia el precipicio, una acción ociosa
de cualquiera que se detiene a descansar en este lugar. Mientras la piedra cae libre y limpia en el aire siento confusamente que la piedra no cae sino que baja convocada por la tierra, llamada por un poder invisible e inevitable.
Mi boca quiere nombrar ese poder, hace aspavientos, balbucea
y no pronuncia nada.
La revelación, el principio,
fue como un pez huidizo que afloró y volvió a sus abismos
y todavía es innombrable.
Yo me contento con haberlo entrevisto.
No tuve el lenguaje y esa falta no me desconsuela.
Algún día otro hombre, subido en esta montaña
o en otra,
dirá más, y con precisión.
Ese hombre, sin saberlo, estará cumpliendo conmigo.






La piedra del río

 
Donde el río se remansaba para los muchachos
se elevaba una piedra.
No le viste ninguna otra forma;
sólo era piedra, grande y anodina.

Cuando salíamos del agua turbia
trepábamos en ella como lagartijas. Sucedía entonces
algo extraño:
el barro seco en nuestra piel
acercaba todo nuestro cuerpo al paisaje:
el paisaje era de barro.
En ese momento
la piedra no era impermeable ni dura;
era el lomo de una gran madre
que acechaba camarones en el río. Ay poeta,
otra vez la tentación
de una inútil metáfora. La piedra
era piedra
y así se bastaba. No era madre. Y sé que ahora
asume su responsabilidad; nos guarda
en su impenetrable intimidad.

Mi madre, en cambio, ha muerto
y está desatendida de nosotros.






EL LÍMITE

Negras siluetas de pájaros de cartón pegadas en el vidrio de los ventanales  advierten a los pájaros de vuelo distraído o ensimismado que hay un límite en la transparencia del aire. Los ventanales son sellados, herméticos al invierno pero también a todo sonido. En el mundo de afuera no ladra el perro que, ladrando, espanta palomas, no se oye la canción silbada del jardinero turco, no crujen las hojarascas al rodar de las bicicletas. Esos movimientos perfectamente silenciosos adquieren cierta ritualidad que nos asusta. Los enfermos somos  una triste fila de ángeles de amplias batas para volar. 

¿Quiénes serán nos preguntamos los cinco escogidos (de entre cien)  que volverán al mundo donde cada movimiento  dura con su sonido? 

Una desesperanza completa sería mejor que la incertidumbre estadística. 

Tienen razón esas negras siluetas en el vidrio, vistas siempre en el borde difuso de nuestras miradas: «Hacia afuera  es más severo el límite en la transparencia del aire».




Poema del inocente

 
Bien voluntarioso es el sol
en los arenales de Chicama.
Anuda, pues, las cuatro puntas del pañuelo sobre tu cabeza
y anda tras la lagartija inútil
entre esos árboles ya muertos por la sollama.
De delicadezas, la del sol la más cruel
que consume árboles y lagartijas respetando su cáscara.
Fija en tu memoria esa enseñanza del paisaje,
y esta otra:
de cuando acercaste al árbol reseco un fosforito trivial
y ardió demasiado súbito y desmedido
como si fuera de pólvora.
No te culpes, quien iba a calcular tamaño estropicio!
Y acepta: el fuego ya estaba allí,
tenso y contenido bajo la corteza,
esperando tu gesto trivial, tu mataperrada.
Recuerda, pues, ese repentino estrago (su intraducible belleza)
sin arrepentimientos
porque fuiste tú, pero tampoco.
Así
en todo.






Simeón el estilita

 
Hagámosle caso a Simeón, oigamos
sus consejos, sus prédicas, sus advertencias
porque nos habla desde un sitio perfecto.
La sabiduría
consiste en encontrar el sitio desde el cual hablar.

Simeón nos habla desde lo alto de una columna
de piedra marmórea
que ha tallado
y plantado en medio del desierto.

No está, pues, ni en el cielo ni en la tierra.
Arriba, en el cielo,
vuelan los ángeles de ojos blancos
con sus pensamientos purísimos que
ninguna pasión humana agita
o enturbia.

Cuando Simeón baja la mirada a tierra
ve a los peregrinos
rodeando la base de su elevada columna, esperando
ansiosos
su palabra.
Observa tristemente
esos rostros demasiado afectados
por la inevitable vulgaridad de la vida terrestre, y luego
habla
y su palabra
es un fragor llameante que funde ángeles y rampantes.
 
 

 
LA DESABITADA


lnterminable
pleito entre herederos mantenía la casona deshabitada y en escombros.
Yo pasaba el ocioso día en un altillo vecino
y de ventana siempre abierta a la casona.
Cuando escribía, la contemplaba sin propósito
o buscando palabras para el poema.
En su imperceptible destrucción,
puertas y ventanas
perdían lentamente la escuadra, y pilares y vigas
dibujaban cruces que el salitre del mar cercano ennegrecía.
Una hiedra entraba en las habitaciones
como mirando
y se tejía con abuso en la quincha desconchada.
Las alimañas, confiando en la desolación, dejaron de
pigmentarse y a mi ventana trepaban cucarachas blancas
que yo mataba con terror.
El suelo se ablandaba y el gran dibujo geométrico
en las baldosas del patio
se fruncía, quería ser espiral, esperaba
el gran remolino que llevaría todo hacia el centro de la tierra.
El gran remolino vendría, sin duda, y violento.
Ante el lentísimo hundimiento de la casona,
mi altillo más elevado y consistente.
Yo estaba a salvo, pero mis ojos
que siempre sabem más
descubrieron
que yo miraba la casona con afinidad callada
o con aquello que las imperturbables matemáticas llana
el común denominador.





ACERCA DE LA LIBERTAD

Esta mañana han comprado un pájaro
como se compra una fruta
un ramo de flores. 



Dicen que Hokusai compraba pájaros para liberarlos. 

También Leonardo
pero midiéndoles el impulso y el rumbo. 

Posiblemente en la infancia he pintado pájaros
pero jamás les he hallado relación exacta con los aviones.

Estoy tentado a liberar este pájaro
a devolverle
su derecho de morir sobre el viento. 
Me van a pedir razones. 

Sentiré la obligación de hablar acerca de la libertad,
pero mi familia que es muy lógica
dirá que afuera solo
con el viento
a ver qué hago.




"Caracolito
que subes a la montaña 
despacio pero subes".

De

COSAS DEL CUERPO
Lima: Peisa, 2008.
ISBN 978-9972 404 160

PAISAJE MÓVIL

Más trashumantes que los hombres
o mas desalojados
son los infinitos desiertos de mi país.
Todavía no encuentran un sitio
para establecerse, y continuamente viajan
así:
se elevan a 10 centímetros del suelo
y avanzan flotando
como una suave marea
de arena.
Hacia las cuatro de la tarde, con el viento,
cruzan las carreteras, y los viajeros
escuchamos
sus susurros:
tal vez no haya ningún lugar en la tierra
donde acomodar los trastos
y los huesos.
De noche se recogen en dunas, como en pascana,
y bajo la luna de los desposeídos
parecen gigantes de gran lomo
que meditan una patria mientras defecan.



EL DEVOTO

En este profundo depósito
de catedral, hieráticos
como una triste cuadrilla de obreros de yeso
los santos esperan al restaurador.
En un altar y otro
fueron deteriorándose, atacados por las moscas,
las polillas y los abusos
de la fe.
Aqui ya no son San Francisco, San Valentm, San Judas,
cualquiera es cualquiera, bultos
humanos, desfigurados y sin nombre, esperando
al viejo restaurador
que murió hace tiempo.
Estos anónimos
que fueron rezados, celebrados, contemplados
con infinita devoción
son ahora mis santos. Aqui soy el único fiel y el prelado.
Ante ellos me arrodillo
y rezo con mas solidaridad que fe. 



Ana Elena Costa Neyra

FUENTE :  http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/costa_neyra_ana/sendero_meditativo.htm
 

El sendero del Haikú en la poesía de José Watanabe es como un caminito empedrado y sinuoso, fabricado por dos materiales básicos un tanto escasos por su naturaleza filosófica, pero sólidos por la riqueza interior. Estamos hablando del Budismo y el Tao, los que dan origen al Zen, el cual a su vez, deviene estéticamente en el Haikú. El presente trabajo aspira a introducir al lector en una filosofía meditativa y a una estética contemplativa, de reverencia a la naturaleza a partir de 3 poemas de José Watanabe: “Imitación de Matsuo Basho”, “Mi ojo tiene sus razones” y “El anónimo (alguien, antes de Newton)”, los tres del poemario El Huso de la Palabra, los que ejemplifican la cercanía de este sensible escritor, con la filosofía mística oriental del Japón.

1. Escucha el silencio  del Haiku

Hablar del Haikú es ir mucho más allá de su medida sencilla de tres versos con 17 sílabas y su canto a la naturaleza. El Haikú forma parte de la concepción oriental de la totalidad del mundo, cuyo origen se basa en el Tao, Budismo y el Zen. Los poetas japoneses sienten una fascinación y reverencia por la naturaleza, por el misterio de la vida y se integran con ella para expresarlo a través de la contemplación y el silencio meditativo.


“Sentado en silencio

sin hacer nada,

llega la primavera

y la hierba crece por si sola”


El Haikú de Basho es contemplación sin interferencia. Inacción pura. Lo que Lao Tse ha llamado wu wei: acción a través de la inacción. Es un estado en el cual no quieres dirigir, ni interferir. Sólo permites que las cosas pasen. No estás manipulando, ni ejecutando ninguna ideología. Eso es el Haikú.

Basho, su máximo exponente, diría que el “Haiku es el camino del Zen”. La comunicación pretende enriquecerse de un mensaje trascendente. El yo poético expone al oyente ese contenido de conciencia suprema ante este encuentro con lo cotidiano y natural. Esto le da una libertad poética y confianza con el lenguaje en su relación con el mundo. La naturaleza obedece a un orden cósmico, divino y el Haikú busca formar parte de esa danza universal.

Basho tenía una concepción animista de la naturaleza. El Haikú intenta evocarla con admiración. ¿Qué decía el Haikú anterior?  Que la  hierba crece. No hay metáforas que la engrandezcan. Todo es espontáneo. De ahí la palabra natural. No necesitas jalar la hierba para que ésta florezca. El acontecimiento surge y el Haikú está ahí como una presencia, como un testigo.

El Haikú sería lo que Valverde (1969:211) señala como panteísmo lírico con relación a la lírica española- “El poeta, asume en si el mundo para absorberse en la contemplación de su esfericidad, igual que un pequeño Dios. Y en el arte, su poesía, se hace modo de ser, forma de contemplación del universo y de existencia”[1] Para Octavio Paz (1993:34) “El Haikú de Basho es un círculo de silencio y  recogimiento. Manantial de agua oscura y secreta”[2]

Para Carlos Fleitas (2000), “la vía hacia el Satori  pasa por el Haikú como profundización de la realidad y liberación definitiva.”[3] El Satori es el vislumbre del Samadhy o iluminación, estado último de la “no mente”. También llamado: “El Despertar”, porque se conoce el saber último y trascendental. Hay una cita de Nukariya (1913) que explica qué es la iluminación o Samadhi y ésta dice:

“Es la luz divina, el cielo interior, la llave de todos los tesoros morales, la fuente de toda influencia y poder, la sede de la bondad, justicia, compasión, amor imparcial, humanidad y misericordia, la medida de todas las cosas. Cuando esta sabiduría más recóndita se despierta plenamente, somos capaces de comprender que todos y cada uno de nosotros somos idénticos en espíritu, en esencia, en naturaleza con la vida universal…El despierta la naturaleza moral, abre los ojos del espíritu, desarrolla la nueva capacidad, señala la misión, y la vida deja de ser el océano de nacimientos, enfermedad, vejez y muerte, y el valle de lágrimas, para convertirse en el santo templo de Buda, en la Tierra Pura, en la que puede gozarse la bienaventuranza del nirvana”[4] 

En este sentido, el arte de Basho es sustancialmente contemplativo, meditativo, interior, místico y se define como una búsqueda. Para Watanabe, en el Haikú de la rana nace un gran silencio.[5]


Un viejo estanque:
salta una rana ¡zas!
chapalateo.
   

Para Octavio Paz (1954), a partir de estos versos de Basho, surge la iluminación poética[6]. Un viejo estanque, un silencio, la tranquila contemplación y luego salta la rana. No hay ninguna descripción o parloteo. El Haikú pretende reflejar la vida misma, el instante perfecto, el “aquí y ahora”. La búsqueda del presente es la búsqueda de la eternidad.

Vivir en el presente es estar en el “aquí y ahora”. No estoy preocupado  por el pasado, ni por el futuro, porque en el presente encuentro la totalidad y todo lo que necesito en este momento. El que vive en el presente no juzga, no divide,  no delimita, sino que se funda en el instante, porque cada momento es único e irremplazable.

Se trata de bloquear la mente dualista. Para poner un ejemplo: si bebo un vaso con agua, bebo un vaso con agua; si hablo con un amigo, hablo con un amigo y lo hago totalmente, con todo el ser, sin pensamientos dualísticos que me muestren sólo una parte, asesinando con la mente conceptual intelectiva. Yo no me alimento y pienso en mi amigo o cuando estoy con mi amigo pienso en el alimento. Cada momento obedece a lo que debo hacer. Y así, lo más natural y cotidiano se ofrece como una nueva realidad, una totalidad que se enriquece en el instante, porque mi mente no se dispersa, sino que está conciente de que el instante está la eternidad y la llave hacia la sabiduría.

La contemplación del Haiku unifica los sentidos. Es una mirada trascendente que penetra la realidad.

Watanabe nos dice que cuando su padre empezó a traducirle los primeros Haikús, quizás no entendió la trascendencia del mensaje, pero lo que si dejó claro es que percibía un espíritu conciso, coloquial. Presentía un silencio que lo sobrecogía.


Cuando miro con cuidado

veo florecer la nazuna

junto al seto

 


En este Haikú, el yo poético observa la flor y se queda extasiado. Incluso el mismo acto de mirar lo realiza con cuidado, porque aquel instante de contemplación es demasiado pleno, fugaz y único. Por lo tanto, entre signos de admiración, empieza con el verbo: “veo” y luego sigue el silencio…, no ejecuta ninguna otra acción…

Susuki (1964:10) dice: “Oriente es silencioso…pero el silencio oriental no significa sencillamente quedarse sin palabras…El silencio, en muchos casos, es tan elocuente como las palabras…[7]

Osho (2004:16) dice que “El Haikú aspira a captar el momento, el “aquí y ahora”, de una forma tan radical que los límites entre el observador y lo observado, el sujeto y el objeto se disuelvan, para procurar, en sus mejores manifestaciones, una experiencia mística de no dualidad, de totalidad”[8]

¿Qué influencia tiene el Haikú en la poesía de Watanabe?

La búsqueda de lo natural, del instante y de la totalidad. Quienes lo acusan de facilismo, simplemente no reconocen la simplicidad de Haikú. Su mente aún está llena de convencionalismos. Esa esquizofrenia entre fondo y forma.  La poesía de José Watanabe simplemente describe. El yo lírico es un espectador genuino que busca desprenderse de todo artificio poético. No es únicamente un simplismo carente de figuras o una poesía cargada de oralidad.

En el poema: “El anónimo (alguien, antes de Newton)”, la descripción de la caída de la piedra por la fuerza de la gravedad  es la descripción de la caída de la piedra por la fuerza de la gravedad. La voz poética sólo observa el espectáculo: “yo me contento con haberlo visto/No tuve palabra y esa falta no me desconsuela” y no lo desconsuela, porque no aspira a que la palabra tenga un lugar importante en el poema, sino se espera que la experiencia sea la que ocupe el espacio y llene de significación el signo.

2.- “Mi ojo lo veía todo, no descartaba nada”

El Haikú se sustenta en una concepción Zen del mundo. El Zen es un sistema filosófico altamente intelectual y profundamente metafísico. Es la unión del Budismo y el Tao, junto con elementos yoguis y tántricos. Se originó dentro de la sexta Mahayana del Budismo, atribuyéndose su fundación al legendario maestro Bodhidharna de la India, de cuya existencia se duda. El Zen pasó de la India a la China y fue en Japón donde logró su mayor esplendor.

La historia del Zen es hermosa: se cuenta que Gautama frente a sus discípulos cogió una flor y la sostuvo en silencio. Ellos esperaban un sermón y no había más mensaje que la flor en las manos del maestro. Los discípulos estaban contrariados ante su incapacidad para comprender el mensaje. El único que respondió fue Kasyapa, quién esbozó una hermosa sonrisa frente a la flor, alcanzando la iluminación. Ese día, en el Pico del Buitre, nació el Zen.

La filosofía Zen plantea un mecanismo de confianza hacia la vida a través de sus diversas prácticas meditativas. Muestra una temática de integración e ideológicamente propone respuestas coherentes hacia el porqué de las interrogantes fundamentales: ¿Por qué nacemos? ¿Para qué nacemos? Ofrece una suerte de renacimiento para el hombre al plantearle la necesidad de volver a sus raíces primigenias. Inculca el ominismo, encontrar la perfección en sí mismo.  Muy distinto a la concepción occidental que ofrece un Mesías como puente de realización. El Budismo y todas sus vertientes, sobre todo el Zen, plantean encontrar lo divino en nuestro interior.

El Zen enseña simplemente a buscar la trascendencia espiritual en las cosas sencillas y viviendo una vida natural.  El Zen tiene una fuerte influencia taoista, porque es la unión de la India y China. El taoismo es una religión nacida en la China y tiene como su fundador a Lao Tzé. Entre sus postulados hallados en el Tao – Teh – King, escritura sagrada, se encuentra la búsqueda del annatta o vacío. Para el Tao, sentirse vació significa estar como un “bambú hueco”. Estás vacío y como la vida no soporta la oquedad, automáticamente te llena de cosas maravillosas. El Tao en el tercer libro dice: “El Tao es una vasija vacía y su uso es inagotable, insondable.”

Osho (2000:87) dice: “Tienes miedo a tu ser, al vacío, así que impones un carácter que te rodea”[9]. La forma de las palabras es una armadura. Watanabe quiere quebrar esa armadura y no tiene miedo al vacío.

El Zen piensa que somos esclavos de las palabras y la lógica. Si queremos ver algo trascendente, que nos lleve hasta nuestra felicidad espiritual, debemos liberarnos de nuestras condiciones mentales y para esto es necesario lograr un nuevo punto de vista, debemos desmantelar nuestro razonamiento tradicional. Y en este sentido el Zen es radical. Un maestro Zen podía emplear los métodos más irracionales para que su discípulo alcanzara el samadhy o iluminación, máximo estado de perfección al que aspiraran los discípulos budistas zen.

Una discípula alcanzó el samadhy, cuando se derramó el envase de agua que transportaba. Otro discípulo alcanzó la iluminación, cuando su maestro le cortó un dedo; otro, cuando fue arrojado por la ventana.

El Zen aparentemente es irracional. Es una locura. Pero en medio de ella habita una técnica, que también es una no técnica. Esta consiste en desmantelar nuestra mente.

El Haikú es una poesía que busca la belleza a través de  una comunicación simbólica con la naturaleza. La poesía es contemplación y transparencia. Intenta reflejar los misterios de la vida sin demasiado análisis retórico, simplemente describe, pero en su describir va más allá, encierra un silencio. Los signos conservan un misterio, no pueden ser descifrados intelectualmente. En el Zen, un maestro hacía una pregunta sin aparente sentido racional para despertar en el discípulo un extrañamiento que rompiera sus barreras lógicas. El Koan son sentencias complejas, que encierran un significado oculto, que buscan quebrar las estructuras mentales de los discípulos para lograr su despertar.

El poema de José Watanabe “Mi ojo tiene sus razones”.  El yo lírico vincula el ojo metonímicamente con la mente, como la capacitada para decidir, pensar y elegir. “Creo que mi ojo tiene un arbitrario criterio de selección”. El ojo decide según sus juicios y se olvida del resto, no alcanza la totalidad. “Obviamente hubo más paisaje alrededor/Imposible que sólo fuéramos ella y yo en el rompe olas”.

El yo poético reconoce su condición mental, porque dice: “Soy de repeticiones como todos” y ante esta condición acepta una oscuridad, una falta de capacidad para reconocer lo real y confundirse entre las apariencias: “Entonces puedo suponer que si hubo niebla.”

El poema es una forma de adiestramiento en donde el hablante quiere comunicarle una verdad trascendental de la realidad a la protagonista: “Le dije botes en la bruma pueden ser sólo reflejos, espejismos, / y le mencioné el antiguo haikú de Harumi: Entre la niebla/toco el esfumado bote./Luego me embarco.”

El Haikú de Harumi revela una condición de simpleza natural. Entre la niebla, primero toco, luego me embarco. Lo contrario sería desastroso. En medio de las apariencias uno debe distinguir lo real y no confundirse. El bote no se ve, pero eso no quiere decir que no exista, ha sido encubierto por la niebla, como símbolo de la ignorancia o desconocimiento.

Si hubo sol/ le tomé fotografías con el hueco de la mano y acaso la azoré/diciéndole: posa con los senos hacia el viento,.”

A través de sus manos, el yo lírico  toma fotografías. Éstas pueden ver a través del tacto. La sensorialidad se vuelve latente en el poema. Los senos, como símbolo femenino y  erótico; junto con el viento, como espacio de libertad no sólo interior, sino exterior, dan libertad.

El sol se opone a la niebla. El poema entra en un contraste, una oposición, porque luego el hablante señala “Si pasaron gaviotas y ella las admiró, le recordé/ que eran aves carniceras y que únicamente su feo canto es honesto./ Mi ojo todo lo veía, no descartaba nada.” 

El hablante busca comunicarle una nueva forma de entender el mundo, una suerte de adiestramiento a manera de una relación: maestro – discípulo.

Cuando hablamos de los opuestos, nos referimos a los extremos: ser y no ser; cielo, infierno. OSHO (2000:32), filósofo y místico  oriental, reflexiona sobre los opuestos con estas palabras:   

 

“Cómo es posible el cielo sin infierno…son complementarios, existen juntos; son aspectos de la misma moneda. No elijas, disfruta con ambos. Permite que existan los dos, crea una armonía entre los dos. No elijas. Entonces tu vida se convertirá en una armonía de los opuestos y esa es la vida más grande que es posible.”[10]   

 

Con relación a los opuestos, Lao Tzé señala que son complementarios:  

“La vida es interdependiente: no puedes ser dependiente ni independiente, ambos son extremos. Justo en el medio, donde la vida es un equilibrio, está la interdependencia. Todo existe con todo lo demás, todo está conectado mutuamente, daña  a una flor y estarás dañando a una estrella. Todo está interconectado, nada existe como una isla”[11](Osho:32)   

 

En la totalidad, los opuestos se destruyen y se encuentran a su vez. Ellos, realmente no se contradicen, sino que se complementan. Ser y no ser son interdependientes en el crecimiento, porque ambos encuentran un punto medio en donde se funden y vuelven a ser una fuente, un manantial verbal en donde el hablante se despliega libremente. “Mi ojo lo veía todo, no descartaba nada”. El hablante lo dice a manera de sentencia, de sutra.

“Hubiera  querido inscribir mi poema en todo el paisaje, / pero mi ojo, arbitrariamente, lo ha excluido”

Cuando no existen los extremos, se vive totalmente. Octavio Paz (19993:50) dice que “Hay un momento en que todo pacta. Los contrarios no desaparecen, pero se funden por un instante. Es algo así como la suspensión del ánimo: el tiempo no pesa. Los Upanishads enseñan que esta reconciliación es “annata” o deleite con el uno”[12]

El poema por momentos expresa la totalidad, pero los ojos que representan a la mente dualística lo impiden. Ramiro Calle (1970:13), con relación a la mente señala:   

 

“¿Dónde está la limpieza? ¿O la suciedad? ¿Dónde lo negro? ¿Dónde lo blanco? En la mente. Más allá de la mente dualística – conceptual están las cosas, únicamente las cosas, sin calificativos, sin etiquetas, sin clasificaciones, sin categorías… ¡Oh, vocablos tediosos y molestos![13]   

 

Al respecto, Susuki (1973:81) manifiesta que en la Edad Media, un padre cristiano dijo ¡Pobre Aristóteles! ¡Descubriste para los herejes el arte de la dialéctica, el arte de construir y destruir, el arte de discutir todas las cosas y no realizar nada”[14]

 

Osho (2001:23), quien trajo muchas de las enseñanzas budistas a occidente dijo:  

“La mente es la enfermedad. ¿Cómo se llama esta enfermedad? Su nombre es Aristóteles, o si prefieres que realmente parezca una enfermedad puedes llamarla «aristotelitis». Así suena totalmente como una enfermedad. ¿Por qué es Aristóteles la enfermedad? Porque dice: «O esto o lo otro. ¡Elige!». Y elegir es la función de la mente; la mente no puede existir sin elegir. Al elegir caes en la trampa, porque siempre que eliges lo haces en contra de algo. Si estás a favor de algo, tienes que estar en contra de algo; no puedes estar solamente a favor ni puedes estar totalmente en contra. Cuando el «a favor» entra, el «en contra» le sigue como una sombra. Cuando aparece el «en contra», el «a favor» aparece también; oculta o abiertamente.”[15]   

 

La cultura occidental esta dirigida a elegir, tomar ciertos caminos y descartar otros. El Zen acepta la naturaleza de las cosas y no escoge. Así trasciende el dualismo bien - mal, estético - no estético. Es así que su ojo lo veía todo, porque ve lo feo y bueno como una totalidad.

3. La rebeldía y la imitación de Matsuo Basho

¿Quién es el verdadero rebelde? El verdadero rebelde es aquel quien vive la vida totalmente.  Pero hay dos clases de totalidad: una horizontal y otra vertical. La horizontal es lineal y se asemeja al corredor de autos que empuja al máximo el acelerador sin rumbo fijo. La totalidad vertical es la del Zen. Se vive plenamente pero concientemente, despierto, atento. Esto es ser rebelde, porque la verdadera revolución es interior, no exterior. El revolucionario deja de ser un esclavo del tiempo, de las apariencias, de las expectativas, de la sociedad, del dinero, de la muerte, del que dirán, de su mente e incluso de Dios. Esa es la esencia del Zen: El coraje.

¿Y por qué el coraje,  y por qué la rebeldía? Porque para el Zen, la vida es sinónimo de inseguridad. Esa es la naturaleza de la vida, nada está dicho, nada se puede predecir. La humanidad busca seguridad en sus leyes, en el bienestar, en la moral, en Dios. Quiere alcanzar una vida estable, pero siempre puede suceder algo que nos sorprenda, de ahí la importancia de la espontaneidad.  Hay un poema que dice:

 


No puedes ser sincero si no eres valiente

No puedes ser amoroso si no eres valiente

No puedes confiar si no eres valiente

No puedes investigar la realidad si no eres valiente

Por tanto, la valentía va primero

y todo lo demás va después[16]

 


Osho (2005:11) dice que la vida tiene sus propios razonamientos; va por su propio camino sin detenerse. Tú tienes que escuchar a la vida, la vida no tiene porque escucharte a ti, no le interesan tus disquisiciones.[17] 

Recordando el Haikú de la hierba que crece sin interferencia. Vemos como ésta sigue el camino del Tao y en ese sentido tiene coraje. La hierba solo permite que suceda el crecimiento. Esa es la más grande valentía, la mayor rebeldía. Nunca se puede derrotar a alguien que está dispuesto a ceder. Permitir es  rebeldía. ¿Y esto no tiene que ver con la sumisión? La respuesta es si y no. No olvidar que el Tao es el camino intermedio.  

Hay una historia de Dandamis y Alejandro Magno que habla al respecto. Dicen que cuando el conquistador llegó a la India, quería llevarse a manera de souvenir un verdadero sannyasin. Los sannyasines son renunciantes. Hombres comprometidos con la meditación y a descubrir el tesoro más grande: su propio ser. Alejandro mandó a sus generales a que  invitaran a Dandamis, uno de los más grandes sannyasines de aquellos tiempos, a acompañarlo hacia su imperio. Alejandro les dijo a sus generales que fueran educados, pero que si el sannyasin no cedía, utilizaran otros recursos que lo intimidaran. Pronto los generales llegaron donde Alejandro Magno para informarle que Dandamis se negaba a seguirlos, porque simplemente el viaje no le interesaba, a pesar de los lujos que se le ofrecía y además, no lo motivaba viajar con un hombre que se autoproclamaba: “El Magno”, adjetivo que le parecía ridículo, cuando oprimía a tantos pueblos. Alejandro Magno estaba contrariado, ofuscado, molesto. ¡No lo podía creer! Fue dispuesto a llevarlo a la fuerza, presionándolo con matarlo o llevándolo atado.

Cuando estuvo ante su presencia, no pudo matarlo, ni siquiera tocarlo, aunque pudo haberlo hecho. El hombre estaba desnudo, cerca al río meditando, dócil, manso. Pudo cortarle el cuello. Nunca opuso resistencia, pero... ¿Para qué le servía un sannyasin muerto? Ese hombre vivo era tan hermoso. Sus ojos encerraban la vida misma. Hasta un hombre calculador como Alejandro Magno pudo darse cuenta, que ese hombre era un diamante. Así fue como el sannyasin derrotó al “Magno” Alejandro. Y ese es el camino del Tao: ceder y no ceder.

En el poema “Imitación de Matsuo Basho”, que a su vez es narración. Se dice que la poesía debe insinuar, pero también con un poco más de palabras podemos no perder “ese no se qué” del que hablaba Bousoño. 

En el poema - narrativo se cuenta una historia de amor entre dos jóvenes rebeldes y audaces, que contrariaron una antigua moral y huyeron, vivieron su amor fuera del matrimonio en una posada, lo que en aquellos tiempos era inmoral, para finalmente casarse (“Nuestro hogar ha sido tardíamente consagrado”)

El hablante, termina la historia con un Haikú:

 


En la cima del risco

retozan el cabrío y su cabra.

Abajo, el abismo

 


Antes del Haikú, el amante evoca la aventura. Dice que quisiera volver a la posada y colgar los versos del Haikú detrás de la puerta del cuarto que los albergó, porque quizás vivió un momento de rebeldía que añora. Fue algo puro. La sociedad les impedía estar juntos y ellos dejaron aquello, huyeron de la moral de sus tiempos. Y escuchen estas líneas: “Nunca traicioné otras grandes verdades porque quizá no las tuve, excepto el amor que me hizo edificar una casa, excepto el amor que nunca debió edificar una casa”

El amor fue la fuerza, el motor del coraje, la rebeldía. El amor no entiende de moral. Para la moral amar a una mujer que no es tu esposa es pecado, pero para el amor no lo es. Pero a su vez, por amor luego tuvo que ceder. La sociedad es así, no para hasta conseguir lo que le conviene. Si la amas, tienes que casarte. Por eso la reflexión del hablante: “El amor que nunca debió edificar una casa”. La casa representa la sociedad, el carácter, las reglas, la forma. Finalmente, la antigua moral venció. Pero aún le queda el recuerdo de aquella rebeldía, por eso quiere colgar el Haikú.

En la cima, en lo alto, muy arriba está el amor, la pareja, la celebración. Abajo, en lo más profundo, en el abismo están, “las buenas maneras”.

4.- Conclusión:

La filosofía japonesa del Zen y el Haikú son el sustento ideológico y estético de la obra de Watanabe. Su poesía refleja una forma sencilla de concebir el mundo, de una manera contemplativa, silenciosa y de reverencia. El yo poético se sitúa desde una posición de testigo, observador. No interfiere, solo describe lo que sucede, dándole mayor importancia a la acción narrativa, buscando el instante, el presente.

Se observa una postura de rebeldía en el lenguaje. La narratividad, la anécdota en su poesía, buscan describir el mundo que observa y encuentra en lo cotidiano, lo trascendente. Un vivir rebeldemente dejando que los acontecimientos, la descripción suceda.

La naturaleza animiza el paisaje. El mar, los animales, las montañas, no son únicamente un lirismo, sino que ofrece un misterio, un orden y el observador, el hablante, quiere formar parte de ese orden. No quiere negarlo, sino que quiere integrarse, fundirse con él.

Cuando en el Frontis de El huso de la palabra, José Watanabe se hace la pregunta de por qué escribe cómo escribe. Él no da una respuesta precisa. Solo menciona que su padre le leía Haikús cuando era niño y que si bien no los podía entender, percibía, que había un silencio, una transparencia y que dicha supuesta sencillez, decía mucho. Esperamos que con el presente trabajo, si bien no se pretende develar el misterio, por lo menos podamos causar cierta curiosidad.      

Bibliografía

CALLE, Ramiro. Introducción al Zen y al Lamanismo. Ediciones Cedel, Barcelona, 1970. p. 13

FLEITAS, Carlos. Isa y Basho las dos cara del samsara http://usuarios.netgate.com.uy/carlosfleitas/issa.htm

GYATZO, Tenzin. La meditación paso a paso. Grijalbo, Barcelona, 2002

LAO, Tzu. El tao. Textos sagrados de Oriente, Barcelona, 1972

OSHO, Vislumbres de una infancia dorada. Madrid, Gaia Ediciones, 2004 

____Los tres tesoros del Tao. Buenos Aires, Editorial Sirio, 2000, p.87

____El libro de la nada. Madrid, Editorial Gulap, 2001. p.23.

____Coraje: la alegría de vivir peligrosamente. Bogotá. Grijalbo, 2005,p.11

PAZ, Octavio. Las perlas del olmo. Universidad Autónoma de México, 1957 México, 1954

____El Arco y la Lira. México, Letras Mexicanas, 1993, p.50.

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SUSUKI, Daisetz. Introducción al Budismo Zen. Santa Fe, Editorial Kier, 1973 p.81

____Budismo Zen y Psicoanálisis. México, Fondo de Cultura Económico de México, 1964

NUKARIYA, Kaiten. The religión of the Samurai, 1913 http://www.sacred-texts.com/bud/rosa/

VALVERDE, José María. Breve Historia de la Literatura Española. Ediciones Guadarrama. Madrid, 1969. P. 211.

WATANABE, José. El Huso de la palabra. Editorial Colmillo Blanco, Lima, 1989, p.7.

Referencias:

[1] VALVERDE, José María. Breve Historia de la Literatura Española. Ediciones Guadarrama. Madrid, 1969. P. 211.

[2] PAZ, Octavio. Ventana a Oriente, Letras Mexicanas. México,1994.p.34.

[3] FLEITAS, Carlos. Isa y Basho las dos cara del samsara http://usuarios.netgate.com.uy/carlosfleitas/issa.htm

[4] NUKARIYA, Kaiten. The religión of the Samurai, 1913 http://www.sacred-texts.com/bud/rosa/

[5] WATANABE, José. El Huso de la palabra. Editorial Colmillo Blanco, Lima, 1989, p.7.

[6]PAZ, Octavio. Las perlas del olmo. Universidad Autónoma de México, 1957 México, 1954

[7] Ibidem.

[8] OSHO, Vislumbres de una infancia dorada. Madrid, Gaia Ediciones, 2004 

[9] OSHO. Los tres tesoros del Tao. Buenos Aires, Editorial Sirio, 2000, p.87

[10] OSHO. Ob. Cit., p.35.

[11] OSHO. Ob. Cit., p.32.

[12] PAZ, Octavio. El Arco y la Lira. México, Letras Mexicanas, 1993, p.50.

[13] CALLE, Ramiro. Introducción al Zen y al Lamanismo. Ediciones Cedel, Barcelona, 1970. p. 13.

[14] SUSUKI, Daisetz. Introducción al Budismo Zen. Santa Fe, Editorial Kier, 1973 p.81.

[15] OSHO. El libro de la nada. Madrid, Editorial Gulap, 2001. p.23.

[16] OSHO. Coraje: la alegría de vivir peligrosamente. Bogotá. Grijalbo, 2005,p.11

[17] Ibidem

Ana Elena Costa Neyra

FUENTE :  http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/costa_neyra_ana/sendero_meditativo.htm




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